23 sept 2024

Escrito en la arena

 


Continuación de La palabra de un noble

El palacio de Titania capital de la ciudad estado de Morthyth fue una de las joyas imperiales en tiempos de la segunda expansión. Sus mercados, mansiones y templos eran admirados por Enoch, su ciudad hermana. La ciudad amarilla que las canciones llaman la ánfora dorada que brilla en el desierto interminable. 

Las puertas de la ciudad están abiertas, la nueva gobernante de las tierras doradas espera ansiosa una palabra bendita de la capital imperial. Pero solo hay silencio. La hoguera que consumió a la sacerdotisa cadáver junto con los escudos de Hyperion de Marat también devoró la tranquilidad del pueblo de las arenas doradas.

En el templo principal, la sacerdotisa del líder de la casa Oshum, escucha a su mestra con preocupación. Los planes de Cassia se develan poco a poco, como una bendición de resplandor dorado o un castigo en forma de decadencia de quienes mancillan sus templos. 

Nada bueno trae un templo vacío. Murmuran los mendigos en las escaleras de los lugares sagrados. La sacerdotisa que oculta su rostro  ante ojos curiosos. La lealtad es a la diosa, no a la tierra, repitio su mestra. 

En el interior del palacio los parientes exigen respuestas ante la indiferencia de la dinastía. Que independencia podía hacer si estaban a solo un paso de la espada de justicia de la guardia Obsidiana? Carmilla de Sorcha se preguntaba si es prudente dejar a su hija en la corte esmeralda. Su sacerdotisa le aconsejaba prudencia y paciencia. Poco a poco, su tierra tendría lo que tanto deseaba. La ambición tiene sus precios y Carmilla debia enseñar a sus parientes cual era. 

El salón de gobernación estaba despojado de toda decoración, los miembros del consejo de la ciudad coinciden que a la familia Oshun le faltaba patrimonio y buen gusto para poder ocuparse del palacio por completo. Carmilla afirmaba que prefería dar una imagen de austeridad que admitir tal acusación. Una de las condiciones de ocupar la cabeza de esa mesa era la de mantener el consejo que pronto debería ganarse o cambiar sus miembros.

Su sobrina Layla entró a la sala acompañada por una sacerdotisa Tsillah vestida con ropas anaranjadas. Al finalizar el consejo ambas mujeres se acercaron con premura. En sus manos tenían una comanda imperial con el sello del consejo de las flores. 

Ansiosa Carmilla ordenó que le leyeran, lo que creía era la afirmación de su familia como líder de la ciudad-estado. Layla leyó al principio con alegria infantil pero a medida que avanzaba su entusiasmo se esfumó para terminarla con un tono angustiado. La madre imperial envió el edicto para que un miembro de la dinastía embistiera a Carmilla de Sorcha, en el territorio. Eso era lo protocolar, hasta que eso ocurriera podían pasar más de una vuelta de ciclo, con suerte. ¿Qué miembro viajará exclusivamente a legitimarla? Si es que eso ocurría y la emperatriz cambiaba de idea y ponía a algún pariente a gobernar. Todo podía ocurrir en ese cielo de tormentas y promesas de veneno.

Perdida en sus pensamientos dejó que la sacerdotisa siguera leyendo los informes de los enviados de las cortes de Loth y de su hija. Al parecer el primer príncipe se comprometió con la viuda del Leon de Loth. Eso dejaba a Belial en la incógnita, quien dominaría el fuego de aquella ciudad que todo lo devoraba? Por otro lado, las noticias de la justicia imperial en Belial a manos de la Marquesa giska dejo más incógnitas que certezas en las manos de Carmilla. No era secreto que el conde Alastair fue amante de la luz del poder. 

Su sobrina hizo chistes sobre los hombres que amaban a los portadores de la corona imperial y su final abrupto. La cabeza de la familia la miró con reprobación. La sacerdotisa inclinó su cabeza tal vez ocultando su mirada o buscando la respuesta correcta. 

Carmilla poco sabía de la dinastía, su lugar siempre habia sido el desierto. Pidio información de la Marquesa. Mientras releía las cartas con preocupación. Su hija no era la mejor informante aunque no le gustara debia llamarla a su lado y mandar a su ambiciosa sobrina. Pero su boca podía ponerlas en problemas evitables. Los miembros de su familia no estaban educados para la corte, no tenían en sus filas nobles criados en los delicados artes de la etiqueta y la intriga.

La dama de Tsillah asintió con obediencia, dijo todo lo que era de público conocimiento entre los nobles, prima favorita de la emperatriz, divorciada del Archiduque  de Behemoth. Custodia de la marca noroeste de la capital Imperial. Hija de Rozanna de Balkan, hija de Tarlind de Loth. La mirada irritada de su señora la hizo callar abruptamente. Temía a la famila Oshun pero más le temia a las damas de Cassia, protectoras del Imperio.

Layla agregó que la marquesa ganó del desprecio de la madre imperial. Carmilla la ignoró el comentario de su sobrina. En su mente, esa mujer podria ya ser la gobernante de Belial y sus forjas. La costumbre de tener un miembro directo de la dinastia en cada ciudad-estado suponía una amenaza velada sobre el poder que consiguió obtener. 

La posibilidad existía de una alianza por matrimonio pero que podría ofrecer la familia Oshum a una dinastía que dominaba el continente a su capricho. 

Su mirada se poso en la sacerdotisa de naranja escondiendo su rostro. Pensó en la hacedora de muñecas en el templo. Tal acto impío no había sido gratuito. Las hijas de Cassia podian tejer y destejer los destinos si se lo proponen. El miedo que estaba silenciado por su orgullo infecta cada pensamiento. Ella y Hyperion  buscaron lo mismo, la independecia pero la ambicion la empujo a las promesas de oro para su familia. Reconocer su falta hacia su tierra en post de su clan, la atormentaba. 

Llego un mensajero de los límites con el rostro blanco, en sus manos una bandera, verde con una estrella plateada. Layla fruncio su nariz ante el olor a caballo y suciedad del recien llegado. La mirada ansiosa de Carmilla se clavo en la bandera, mientras el mensajero transmitia la orden imperial que habian entrado en guerra con el infame reino de Mantor. 

Este se marcho dejando la bandera como prueba de que su trabajo fue cumplido. Los miembros del consejo fueron llegando discutiendo entre si temerosos. Pero la jefa de los Oshun sonrio mostrando todos sus dorados dientes. El ojo de la dinastia estaba puesto en las montanas lejanas donde el blanco nunca se va. No podría ver al desierto, que le proveeria los soldados que tanto necesitaría. Las manos imperiales iban a estar ocupadas sosegando revueltas y ejercitos. Demaciado ocupadas para una anfora dorada en el desierto.