El continente de Reddthy era famoso por sus palacios de metal y
sus templos de piedra verdosa.
Las sacerdotisas de Cassia:
caminan, hablan y deciden el destino del imperio.
Silas, emperador bendecido con
la demencia de su casa, clama por la cabeza de sus enemigos ocultos del Mar
Srkar. En las falsas paredes del palacio el Mayordomo principal, suspira
con cansancio. Los viejos dioses castigan a la casa Esmeralda ya que, el abuelo
de Silas jugo con el cuerpo de una sacerdotisa y sus hermanas sangraron por
ella. Todos lloraron por ellas.
Tiempo de traición y copas
negras se acercan en el eminente solsticio de Eilish, madre de la fortuna y las
desgracias.
_Silas es un emperador ciego_ Dicen
las voces de la corte.
_Silas es un niño tirano_ Dicen
las sacerdotisas.
_Silas es hijo del terror_ Dicen
las calles escondidas en la capital.
Fria debe ser la corona pero en
un señor que solo sueña, con bosques de fuego. Esta es la espada que todo lo
destruye.
Nadie le sorprendió encontrar
al ardiente amo desangrándose en su lecho. ¿Quién libero a Reddthy, del monarca
demente?, ¿Quién sacrifico su pureza por tal extraño honor?
Sonrien en sus mentes, los
nobles que tornan azul su semblante. Suspiran con alivio los mercaderes del Mar
Srkar. Esconden risas malévolas, los rezos de las hijas privilegiadas de
Cassia.
La mano que señalo la vida de
Silas, es la mano que descansa en los fuegos de su funeral.
Continua en El sueño dorado del traidor
No hay comentarios:
Publicar un comentario