10 nov 2020

Las sombras de los templos

 

Continuación de Al Norte del río, el oro fluye

Las últimas noches del ciclo del escorpión son agitadas en la capital imperial. Las sacerdotisas auguran en ese ciclo de luna violeta cambios bruscos y acciones aún más bruscas. En el palacio, nadie oficiaba grandes banquetes o bailes. La austeridad hacía que los nobles que no tenían la fortuna de acompañar a la luz del poder en su peregrinación, mantuvieran sus vicios dentro de sus recámaras.

En los pasillos del ala norte, se celebraba una fiesta entre los bastardos de los nobles. Entre ellos se encontraban Zulficar de Hidra y Beltran Offa, hijos del emperador Silas el destructor. 

Músicos, sacerdotisas y bastardos se mezclaban con nobles de diferentes partes del Imperio. La luz púrpura de la noche del escorpión servía como refugio para quienes buscaban diversión sin consecuencias.  Vino de cereza salvaje, licor de miel y hierba azul para fumar todo fluía gracias al Principe Beltran. Sentado en una de las mesas rodeado de varios jóvenes sonrientes, que se ocupaban de su copa siempre llena y sus ojos ocupados en el baile. 

Apoyado en un pilar Zulficar, vigilaba todo con la distancia de un depredador. No podía disfrutar del licor de miel, sentía los ojos de los espías del Consejo de las flores en su persona. Agradeciendo que ninguno de sus miembros no se encontraban en aquella fiesta. Viejas retorcidas, pensaba el primogénito del difunto emperador. 

En la columna opuesta, apenas se sostenía la Marquesa Giska. Su sonrisa lánguida y el rosado de sus mejillas indican que había vaciado su copa de vino y al parecer estaba impaciente por vaciarla otra vez. No la acompañaba su habitual sacerdotisa, sus ropas oscuras mostraban un luto protocolar pero su escote indicaba otra cosa. Los fríos ojos del príncipe brillaban salvajemente, se encontraban perdidos en la negra melena de la marquesa. 

Uno de los músicos acorralo a la inestable Katerina, esta solo se mantenía con los brazos cruzados esperando que el joven terminará con los halagos. Quería olvidar que era noble aunque sea por una noche, ser libre. Pero la voz del músico había desaparecido, en su lugar la sombra del Príncipe la cubría como un manto protector. Podía distinguir el azul de su mirada y el olor a miel de su boca. 

Sus manos la sostenían de caerse. Katerina sentía el contacto como un sol desértico en su piel. Descubrió angustiada que  el frío en su cuerpo no desaparecía por más vino que tomara._No me sueltes_Susurro con melancolía. El abrazo de Zulficar la abrigaba aunque no fuera correcto, pero la luna púrpura los escondía de las reglas de la corte. 

La marquesa apoyó su rostro en el pecho del príncipe, podía sentir su respiración calmada y lo abrazó con fuerza. El perfume de jazmines y cerezas llegó a la nariz de Zulficar, deseando mantener ese aroma en su memoria. 

_Marquesa, Katerina_Dijo tratando de controlar sus impulsos descubrir la suavidad del cuello de la mujer_Esto.._No pudo seguir porque ella lo beso, no dulce o torpemente, sino de manera salvaje, hambrienta. Las manos curiosas de la joven intentaban meterse en la camisa y trataban de sacarla. La sorpresa y el miedo hicieron que Zulficar soltara a la marquesa dejándola con una mirada llena de ira y vergüenza._No así, mi querida prima_ Disculpo. Si, la deseaba. Pero no así, debilitada por el alcohol y fuera de sí. 

Queria lastimarlo, queria que la besara ferozmente y la amara con bestialidad. Suspiro con frustracion _Cobarde_ Contesto con rabia. 

Se alejó de la fiesta, no tenía tiempo ni paciencia para gastar. Mientras se alejaba el mareo y el vino se marchaban de su cuerpo dejando su enojo y apetito que solo otro cuerpo podía calmar. Llegó a su cuarto, y trató de sacarse el ajustado vestido. 

_Pense que podia ayudarla con eso_ La voz masculina del embajador de Tai-Sum la sobresaltó. Los ojos de gato travieso la devoraban mientras le sacaba el vestido con delicadeza. Su rostro es juvenil y sus manos suaves como las de una doncella. Su sonrisa cómplice como un niño esperando un regalo, la atraían. 

_No te di permiso para entrar a mis habitaciones_Contesto mientras llevaba al joven a la cama_ Voy a tener que castigarte_ Declaro a la vez que mordía su cuello con hambre. El embajador se dejaba hacer, sintiendo el salvaje perfume a jazmín. Gimió cuando sintió las manos de la marquesa en su pecho._Va a hacer una noche larga_ Sentenció Katerina.