4 dic 2024

El sonido del mar prohibido



Continuación de Una noche cualquiera en Thai-shum II

El puerto de oro y tinta, o el puerto de Toyomah es el puerto comercial principal de la nación de Thai-Shum. Su ciudad, del mismo nombre, es la ciudad  luces y las mil sombras. Nunca cesa su actividad, así como la capital imperial. El oro nunca deja de fluir en ella.

Todo marino, pirata o persona de mar perdió dinero, se enamoró de una de las dulces pero letales mujeres de tinta o perdió la vida en sus calles sinuosas. Las casas de juego son construcciones de madera teñida de rojo donde la salitre del puerto carcome todo a su paso. Así como el mar gana terreno, los edificios suman altura, nuevas ventanas en las casas del placer y escondites para todo tipo de negocios.

El viaje a la capital fue tortuoso para Hipolita. La comandante se recuperaba lentamente impidiendo atender a la prodigio que deliraba por la medicación y el veneno en partes iguales. Alimentarla era una lucha constante, cuando tenía que ir al baño era una odisea. Sospechaba que la demente habia tenido la idea de llevarlas hasta alli. Era enteramente culpa de ella, sabia muy poco de los límites de Thai-Shum. Había evitado con éxito ese lugar por muchos años. 

Cuando Fedra se recuperó del todo ya estaban en la entrada de Toyomah. Por las palabras de sus captores y sus rostros confundidos era una sorpresa todo lo referido a la guerra. Habían pasado más de dos generaciones sin conocer el poderío del ejército carmesí. El temor de la mano negra imperial se hizo realidad. La comandante se angustió ante ese panorama desolador. Aunque prefirió guardar sus preocupaciones, en ese momento su vida y la de sus acompañantes era la prioridad. 

La ciudad estaba dividida notoriamente en tres partes, el puerto con su zona comercial y los barrios pobres lindantes. La zona de las grandes casas de territorio, relacionados al Kaiser y el territorio del gobierno que rodea al castillo de Long Mu, donde viven los cientos de parientes de la casa gobernante. Ningún templo a Cassia se erguía en ese reino, según la ley de Ku no habría ninguna construcción dedicada a dios o diosa alguno. 

La capitana le comunicó que dependen de las relaciones diplomáticas que el Imperio y Thai-Shum habían mantenido por 500 años. Relaciones que La rosa dorada y la madre imperial mantuvieron con incomodidad con la sagrada madre Yohan. 

En el carromato cerrado podían vislumbrar los colores chillones que ocultaban la decadencia y el crimen. Para sí misma sentía alegría de poder conocer el continente después de una vida de encierro en el harem. Hipolita se comportaba taciturna y molesta. En pocas palabras la capitana explicó que quien dirige sus captores era alguien de su pasado. Alguien con un lugar en su corazón o que tuvo un lugar en su corazón. 



Carmilla miraba por las rendijas del carro e intentaba hacerle marcas a la madera grasosa pero su poder estaba anulado, por el cansancio y por los residuos del veneno. Verla frustrada le divertía pero temía un nuevo berrinche. Su rostro tenia un rictus de desagrado como si esta parte de ser capturadas fuera algo ajeno a sus planes. Tal vez un modo de escapar de las manos del imperio seria caer en otras. Según la madre imperial la famila de la madre de las lágrimas estaba obligada de por vida a servir a la dinastía pero nunca explico cual era el motivo. 

_Si tenemos suerte podemos disponer de un barco, para tu pago Hipolita_Dijo Fedra tratando de dar ánimos. La capitana hizo una expresión como si la comandante hubiera dicho que Cassia le hablaba todos los días. Las manos y los ojos de las sacerdotisas de Cassia estaban por todo Thai-Shum por el acceso a los puertos y los tratados comerciales.

_Nadie en su sano juicio vende un barco en Toyomah_Dijo en tono amargo. Hipolita solo atracó dos veces en ese puerto por el temor de encontrarse a su exprometido. La mirada azorada de Fedra la lleno de culpa_ Según lo que se, solo el sindicato Maying compra y vende barcos en el puerto. Es una ley que se mantiene desde la colisión de Thai-Shum o eso me dijeron_Aclaro. Su ex prometido hablaba de su tierra casi todo el tiempo y sus palabras estaban enterradas en su mente. 

_No van a dejarnos ir_Dijo la prodigio con la voz ronca, su mirada estaba afuera del carromato como si la madera solo fuera una pequeña molestia en su visión._No ahora_ 

El silencio de las tres se torno incomodo habia una verdad que no podían evitar, la declaración de la guerra era la eterna amenaza que nunca se cumplia y ahora era una realidad que tocaria todo el continente aunque no lo quieran. 

En el viaje, Chitorah había tomado el té en el carromato, la conversacion giraba en torno a la noticia de la guerra y la fastuosa fiesta de compromiso de ella con Kamoho. Pensó nuevamente en el puerto, las naves de mercenarios de las Islas se marcharian pronto para conseguir contratos con la armada carmesí. 

El olor a putrefacción se colaba por los tablones del carromato así como los diferentes dialectos que escuchaban. Parecida a la capital fantasma de la Republica de Zolbana.



Continuaron avanzando quedando en penumbras. El sol era tapado por los enormes edificios de dos o tres pisos de madera de roble de Kwan. La madera de ese arbol en particular es de color blanco como el marmol y fuerte como esa piedra. Las familias más ricas y poderosas de ese reino mantienen sus casas emblema en un blanco impoluto, Solo se distingue la bandera de insignia junto con la bandera insignia del Kaiser. La flor blanca en un fondo rojo sangre.

Fedra se debatía entre preguntar sobre la animosidad de la mujer del capitán y Hipolita o mantenerse al margen. La capitana aseguraba que era algo del pasado pero su expresión de culpabilidad decia otra cosa. Salieron dando tumbos del carromato por los uniformes desgastados de los guardias y sus miradas curiosas ese lugar debia ser una de las entradas secretas al palacio principal. Les taparon los ojos y las ataron una a la otra para que siguieran en fila a quien las guiaba. 

Con su entrenamiento dedujo que estaban en el ala de los invitados, el olor a madera quemada y la suavidad del piso era un lujo a lo que habia leído de los calabozos de esa ciudad. Siguieron caminando el sonido de cuencos y plumas rasgando papel le indico que estaban llegando a un lugar donde se impartía conocimiento o la administración del reino. 



Pararon en un lugar y les sacaron las vendas. Delante de ellas estaba una mujer de rojo con un gato blanco en su falda. Fumaba una pipa de plata labrada. Su belleza típica de las mujeres de Thai-shum perturbó a Fedra. La mirada de la mujer iba de ellas al capitán Kamoho que no la miraba directamente. Parecia tenerle un reverencial miedo aunque no lo expresara en voz alta. 

Fedra sintio el tironeo de sus ataduras que la saco del sopor de esos ojos negros, que estaban fijos a su izquierda. Carmilla estaba muda, pálida y tiraba de sus ataduras de manera nerviosa. Bajaba y subía la cabeza como si tratara de esconder su rostro de la mujer desconocida que sonreía. 

El capitán dijo un par de palabras en Varokes que la mujer asintió sin decir palabra. Hipolita simplemente hizo una mueca de resignación ante la mano del  capitán sobre sus manos tapando sus ataduras. 

La mujer de rojo seguía con su mirada el rostro y el cuerpo de Carmilla como si solo ella estubiera allí. A diferencia de su comportamiento en la República ahi parecia alguien que estaba a punto de ser ejecutado. _Hola Tia_Dijo tímidamente en un Verokes rudimentario. 

En ese momento la mujer sonrió con malicia_Hola sobrina_Contesto en el idioma del imperio. 


Continua en El sonido del mar prohibido II


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