13 sept 2022

El ciclo de la serpiente


Continuación de El festival de las bestias


Después del festival de la cosecha la sombra de las lunas gemelas se volvió tenue. Dando paso a la estacion cálida. El deshielo había comenzado y el río Orath se tornaba caudaloso e impredecible. La ciudad costera de Arloh al sur de Belial llegaban embarcaciones del interior de Reddthy y de la isla Veremyn. El sonido de las corrientes del río y el mar que chocaban violentamente era un arrullo constante para los habitantes de la bahía. 

El puerto  se encontraba concurrido. Los barcos seguían llegando y partiendo. Del interior de la ciudad-estado llegaban las mercancías y las noticias. Hombres de la republica libre negociaban con navegantes de la asociación de comercio imperial. Sacerdotisas de Thassa compraban telas azules a piratas de Thai-Shum, cuyas máscaras son tan inquietantes como sus voces. 




Las estrechas calles de madera impregnadas de coral y salitre se hablaba de la unión del Conde y la hija del Duque de Morthyth. Una sirvienta de la fortaleza local discutía con su hermana recién llegada de Karnak. Las forjas de Belial trabajaban de día y noche, el resplandor era un pequeño sol haciendo que la ciudad no durmiera. Según las palabras de la mujer. Los forjadores y las casas de artesanos temían la llegada de la estación cálida, porque eso aumentaba el riesgo de incendios en el territorio. Quienes vivian en  Arloh  se dividían en dos posturas, quienes lamentaban que su conde habia dejado escapar a la Luz del poder y otros que festejaban el fin de ese romance herético. Unos pocos entendían que lo que importaba un corazón roto en el esquema del dominio del Imperio. 

La guerra contra Mantor y la rebelión frustrada de Loth flotaban en el aire como el olor nauseabundo del mercado de pescado. Imposible de ignorar pero nadie decía nada al respecto. La mirada atenta de las sacerdotisas de Cassia era la advertencia que el Imperio estaba allí aunque no se esforzará por ejercer su poder. 

El capitán del barco Lamia dormida ingresó al templo de Cassia de la ciudad. El edificio es modesto podia confundiendose con una casa de un mercader. Las marcas en la puerta y las cortinas verdes que colgaban son el único indicio que allí estaban las hijas de Cassia.

Al ingresar una mujer lo recibió con una mueca de decepción. El capitán empezó a dar sus explicaciones, la falla del plan y porque tuvo que huir del punto donde esperaba al prodigio de fuego y sus guardianas. La sacerdotisa queria silenciar al hombre, arrancarle cada diente con tal de que se callara. Pero ya era tarde, las pocas sacerdotisas que se encontraban en el templo escuchaban atentas. 





Aclaró su garganta y el capitan detuvo su monólogo. Pensaba reclamar el pago pero prefirió solo avisarle a la devota de Cassia que solo iba a cobrarle la mitad del monto acordado ya que no había traído a esos pasajeros. 

Arcyla no habia heredado la habilidad negociadora de su madre o la simpatía de los hombres del mar como su padre. Esos dones eran de su hermana, que ahora se encontraba fuera del ojo de la orden de Cassia y fuera de su alcance. 

_Me debe un viaje por el río Orath_ Dijo la joven. Disfrutaba del rostro descompuesto del capitán, esa ansiedad y terror que generaba el verde. La deuda contraída con la orden era una deuda con la diosa._ En cuántos ciclos podremos llegar a Tamaran?_ Los velos verdes de ese templo estaban desgastados y la mayoria son de calidad modesta. 

El capitan dudo si mentir o no. Para la mayoría de los habitantes de Belial su dios protector era Asteth, señor del fuego y las forjas. Sin embargo, su Madre era Cassia. ese miedo reverencial lo hizo contestar._ Dos a tres ciclos si la corriente es buena_

Arcyla  acomodo su velo de manera lenta mostrando los complicados detalles de plata bordado en él. El color esmeralda es vibrante a comparacion con los muros grises y carentes de adornos del templo _ Olvido la llegada del verano, un ciclo es más que suficiente_ Contestó. El capitán se despidió recordando que en la mañana la esperaba en el puerto. Este corrió a la salida y azoto la puerta principal. 





Los pasillos de ese templo son estrechos, el olor a madera húmeda es diferente a la Isla o eso creía Arcyla. Extrañaba su templo, el puerto sin fin de la isla y la comida grasosa del mercado marino. No le gustaba el continente con su gente común, tampoco el mar con sus amantes,  piratas y aventureros. Disfrutaba de la rutina de todos los días, el saber que el te de cada mañana era del mismo sabor. Una sacerdotisa le tendió una pila de cartas con diversos sellos, al parecer eran los estados las misiones que se llevaban acabo en ese lado del río. Misiones que estaban en un punto muerto por razones ajenas a las sabias manos de la orden. El fracaso que la recuperación de la prodigio del fuego caía en ella. Su hermana Hipolita habia fallado, aunque la llenaba de alegría saber que habia perdido a su tripulación y el barco que amaba. Ahora las dos no tenemos nada, estaban a mano a los ojos de la diosa. Sin embargo, tenía que completar la misión aunque eso implicara intervenir directamente. Se encerró en una de las habitaciones para leer con detenimiento una carta con el sello de una llave y dos lágrimas. 

Al parecer la rebelión del leon dorado no habia muerto con él. Sumida en sus pensamientos no notó que la puerta se abria silenciosamente, detras de ella sintió un perfume particular. Salitre y hierro. Una figura vestida de negro se inclino ante ella con respeto, le entrego un sobre negro con un sello de un puñal. 

_Entonses la guardia Obsidiana quiere colaboración_ Afirmó con mal humor la sacerdotisa. Mientras abría la carta no dejaba de vigilar al mensajero que esperaba una respuesta. 


Cambio de pioridades, apoyo a la dama negra en Belial antes del término del ciclo de la serpiente.


Al terminar de leer el breve mensaje, el papel se convirtió en una roca negra grande como un carbon. El mensajero desapareció dejando a la sacerdotisa temblando de rabia. Trato de tomar una taza de té que tenia en el escritorio pero lo escupió, estaba frío y dulce. Insoportablemente dulce. 


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