La estatua plateada de Thassa estaba rodeada de diferentes
tributos, monedas de los rincones más alejados del imperio, flores y cuerdas de
seda. Hipólita Puso un par de cuerdas de seda color azul, estaba agradecida con
la diosa. Su última expedición había traído recompensas y su tripulación
festejaba en los bares del puerto. Sin embargo, ambicionaba una empresa más
ambiciosa que la anterior. Sin notarlo
una sacerdotisa de velo verde se le acerco, si quería podía matarla en ese
momento.
_No estoy interesada_ Contesto de manera automática la
capitana, no le gustaban las sacerdotisas de Cassia con sus palabras torcidas y
rebuscadas.
La mujer del velo sonrió sin amedrentarse_ ¿No te interesaría
conversar con la Mestre Arcyla?_Pregunto
juguetonamente._ Seguramente tienen mucho de qué hablar_ Hipólita la miro con nervios temía
no reconocer a su hermana menor, ¿Serían sus manos las mismas? Se preguntó con
angustia. Muchas veces imaginaba el encuentro entre ellas, en un abrazo
fraternal y perdón, otras Arcyla arrancando el corazón de ella a modo de
venganza.
Caminaron por los pasajes de la isla, piedra y cielo unidos
por el mar en el tierno abrazo de Thassa, la madre de los mares. El corazón de
la joven capitana era un rio caudaloso, veía sus ropas viejas y gastadas por el
océano, su aspecto feroz y las armas en su cintura. Sus pies querían correr
hacia la bahía como si la persiguiera todo el ejército carmesí. La culpa es un
sentimiento mezquino decía su madre.
Miró las puertas negras del templo, el fantasma del fuego se
notaba en las paredes. Iba a preguntar pero la sacerdotisa le ordeno que la
siguiera. Pasillos, libros y estatuas de
las diosas era todo lo que podía ver. Los secretos del templo solo le pertenecían
a la Mestre del mismo. Entraron a un gran salón, en ese momento Hipólita se dio
cuenta que estaba enfrente de la Mestre de Veremyn, Arcyla de Chian.
La capitana pensó que las velas tenían narcóticos, podía ver
a su madre en esa silla sonriendo con superioridad. Era imposible, ella estaba
muerta hacia más años de los que quería recordar. Sin embargo, ahí estaba.
_Mestre_ Saludó de manera formal, su hermana era el reflejo de su madre. Esperando el abrazo o la daga en el corazón.
_Capitana_ Saludo de
manera formal _Tengo un contrato de su interés_ En ese momento, Hipólita supo
que la protectora del océano siempre podía sorprenderla.
Continua en Camino a Taraman
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