2 may 2023

Las cadenas son la salvación



Continuación de Bajo la luna escarlata II


Belial, Ciudad del fuego y la ceniza, metal y carbón. La actividad frenética de sus forjas es un espectáculo fascinante para los visitantes. Las chispas bañando el suelo, las llamas de múltiples fraguas, naranjas y rojos. El reflejo de las hojas metálicas como promesas de espadas producto de la maestría de siglos de los herreros de la ciudad. 

La marquesa Giska y la novicia Moira avanzaban con sus ojos puestos en el castillo. En las puertas principales se encontraban caravanas de nobles de otras ciudades. La austeridad de ambas mujeres es un insulto a los nobles que lucían su fortuna. Los guardias ocupados con el flujo de gente las hicieron pasar sin anunciarlas. 




Katerina sintió la indiferencia de los demás nobles como una incómoda bendición. El agotamiento del viaje sumado a la tensión las habia agotado por lo que se dejaron guiar por la masa de personas que caminaban hacia el interior del castillo-fortaleza. El salón de audiencias amplio como un templo se encontraba lleno, el murmullo y el olor a grasa, caballo y carbón es imposible de ignorar. No solo había nobles sino artesanos y aprendices, sacerdotisas y algún miembro del gremio de la cadena que trataba de ocultar sin éxito sus tatuajes. La novicia sentía curiosidad y odio por partes iguales. Cuando era niña, la Rosa dorada, abuela de la actual emperatriz había expulsado a todos ellos del Imperio después de la rebelión que cobró las vidas de incontables sacerdotisas y mujeres con dominios. Los maestros de la cadena decían que traían la libertad, una libertad que solo la disfrutaban los muertos. Busco inconscientemente su daga oculta en los pliegues de su hábito, buscando seguridad o pensando como escapar de esa habitación. Pero se recordó a sí misma quien era y cuál era su misión. La marquesa no había notado al hombre del gremio, estaba ocupada hablando con un noble que la había reconocido y por el rostro consternado del hombre su visita no era esperada o querida. Le resultaba curioso como los nobles se esforzaban por obedecer a un miembro de la dinastía esmeralda, aunque se encontraran resentidos con ella. La ejecución del león de Loth resultó agridulce para todos recordatorio que el poder estaba en la capital Imperial. 

Hacía más de tres generaciones que la familia gobernante de Belial no tenia conexiones directas con la dinastía. El padre del conde lo sabía también su hijo. Aunque el matrimonio con la heredera de Morthyth fue sido bendecido por la misma emperatriz nada les garantizaba el control de la ciudad-estado. La noticia de la desaparición de Hyperion de Marat se había expandido por el territorio como la peste. La marquesa avanzó con seguridad y la arrogancia de su estirpe, su vestido negro se encontraba sucio y desgarrado por el viaje. Los nobles se apartaban tapando sus narices señalando sin disimulo las huellas de barro y estiércol que dejaban las botas. 




Moira seguía de cerca a la noble con su velo tapando parte de su rostro, el conde de Belial tenía sus manos ocupadas con una copa. La novicia pensaba en las promesas de amor y las horas que la emperatriz tuvo ese hombre. No lo había entendido en ese momento, tampoco lo entendía ahora. Los dramas amorosos de la corte no era de interés para novicia, tampoco su prioridad.  No sentía el mismo enojo que la marquesa fallaba en ocultar mientras se acercaban. La novicia sentía cariño por Elis entendía su dolor y  carga pero su mente no lograba encontrar una explicación coherente a la turbulenta relación de la emperatriz y el conde. Aunque lo racional no puede medir lo que dicta el corazon. De sus 12 años de servicio fue testigo del romance prohibido por la madre imperial,  la fuerza del consejo de las flores y la determinación de la Luz del poder para obtener el trono. Todo eso la habia preparado para su deber, uno que poco tenía que ver con sus deseos, sonrió era una ironía que lady Satine le señalaba siempre que podia.

El rostro de la marquesa se veia demacrado aunque había tratado de disimularlo con maquillaje aplicado al trote del caballo. Existía el rumor que una enfermedad incurable aquejaba a la prima de la emperatriz pero nadie podía confirmarlo. Incluso para la dinastía es un misterio, solo podían notar su deterioro físico y su agotamiento mental. Cuando cabalgaban noto los brazos de la noble tenían cicatrices de latigazos y llagas bucales que sangraban constantemente. Cada vez que la miraba Moira recordaba a las muñecas que fabricaba, una ilusión de vida.  

El regimiento que las acompañaba esperaba en los límites de la fortaleza con las órdenes que enviar un mensajero dos veces por día. Además de controlar quien ingresaba o salía de la ciudad. Ordenes expresas de la marquesa previendo la tormenta que amenazaba con desatarse de un momento a otro.  




El conde Alaistar se enderezó en su trono incómodo por la mirada fija de la noble. El mayordomo del palacio, un hombre mayor de cara rechoncha saludo a la marquesa impidiéndole avanzar. Katerina ignoró al mayordomo manteniendo su mirada en el conde que trataba de evitar el escrutinio de la noble. La enemistad  entre ellos es palpable asi como la actitud despreocupada del ex amante de la emperatriz. La nueva condesa de Belial intentaba llamar la atención de su esposo sin éxito. 

Como sacerdotisa, Moira debía aconsejar a su noble pero tenia en claro que Katerina no iba a escuchar nada de lo que ella dijera. El padre del conde  se encontraba fuera de la corte al parecer en los límites de Tamaran. El mayordomo buscó la mirada de su amo buscando apoyo o algún tipo de orden para contener a la marquesa pero el conde simplemente se revolvió inquieto en su trono improvisado. Con un gesto vago, permitió que la noble siguiera avanzando para sorpresa  de  todos los presentes. 

Del fondo de su bolso de viaje la novicia sacó una comanda imperial con un sello rojo con la llama imperial. El ruidoso salón se silencio de golpe mientras la marquesa mantenía su mirada sobre el conde esperando detectar alguna debilidad o reacción. La novicia Moira leyó la carta con voz clara y átona, las palabras retumbaban en el salón con la tensión creciente,  traición, deber, obediencia. 

Alaistar siguió tomando vino sin mirar a ninguna de las mujeres parecia aburrido, con fastidio espero que la sacerdotisa terminará mientras los nobles se mantenian expectantes.  Al terminar ambas mujeres sabían que dejar la guardia carmesí en las puertas de la ciudad habia sido un error. 

_Nuestra emperatriz conoce a Belial, sabe que nuestra lealtad es como nuestras forjas, siempre al servicio del Imperio_ Afirmó burlonamente Alaistar dejando la copa en la mesa_ ¿Como confiar en una corona que envia a su pariente a contar el humo que producen nuestros fuegos?_ La mayoría de los nobles rieron discretamente. La flamante esposa del conde rió ruidosamente mostrando con desparpajo su hinchado vientre. No era ningún secreto que el conde habia pasado parte de su niñez en el palacio esmeralda junto con los retoños de la dinastía. La antipatía hacia la marquesa tenía raíz desde esos días, la sacerdotisa rogaba que ambos se comportaran como adultos y no como los niños caprichosos que solían ser. 

La marquesa desabotono su chaqueta sucia del viaje poniéndola en la mesa enfrente del conde que tapó sin disimulo su nariz. El olor a caballo y tierra se extendió como incienso por el salón. _Tu emperatriz me envía a recordarte tu deuda con el imperio_Contesto mientras repasaba con la mirada la corte que no se movía. Los guardias esperaban silenciosos la orden de atacar o neutralizar lo que alterara a su señor. Sin embargo, el ex amante de la emperatriz aclaró su garganta  tratando de ganar tiempo. _Nuestra emperatriz sabe que Belial no carga con las deudas que alguna vez contraje con ella_ Susurro el conde.  La esposa del conde sonreía burlonamente iba a hablar pero su esposo apretó su mano, avergonzada lanzó una mirada rabiosa a la marquesa.

La novicia Moira sudaba sentía que su corazón iba colapsar por los nervios. ¿Como iba a imaginar que la situación escalara tan deprisa?. Como enviado por Cassia un mensajero corrió hacia el conde Alaistar, la cara del mensajero estaba blanca como si hubiera visto debajo de la falda de Cassia. La expresión de terror se intensificó cuando vio a la marquesa como si el heraldo de la muerte lo esperara en cuanto entregara el mensaje.

Moira intentó leer los labios para obtener alguna pista pero los guardias formaron una pared entre ellas y su amo. El mensajero desapareció asi como la esposa del conde, cuando los guardias se movieron la expresión del ex amante de la emperatriz es enigmática hacia la sacerdotisa._ Deben estar cansadas del viaje tomen las habitaciones del ala norte. Descansen y en la cena hablaremos de lealtad y de la deuda que Belial tiene con el Imperio_La voz del conde es ronca como piedras chocando en el río. No despegaba sus ojos en la novicia que mantenía su rostro tapado. La marquesa asintió cansada dejándose guiar por el mayordomo por los pasillos rojizos de la fortaleza. Moira sintió una inquietud crecer en su interior pero descarto sus pensamientos como pergaminos manchados necesitaba hacer su trabajo sin distracciones. 




En la habitación las esperaban una ayudante de camara y una sacerdotisa de Cassia. La sirvienta iba de un lugar a otro arreglando  lo que la sacerdotisa ordenaba hasta que el mayordomo les ordenó de manera grosera que se detuvieran. _Marquesa Giska estas mujeres estan a su entera disposición, asi como mi persona_Dijo de modo humilde recordando que tenia un miembro de la dinastía delante._ La cena será a la hora del buho con ropas de protocolo _Esto último con preocupación viendo el atuendo de la noble.

_Entendemos la marquesa mandara a buscar al regimiento que esta asentado en la muralla su equipaje_Contesto Moira de manera resuelta. El mayordomo asintió dando la orden de buscar el equipaje del miembro imperial. Se retiro discretamente dando una mirada significativa a la sirvienta que trataba de ignorar la mirada del hombre. 

La sirvienta se marcho discretamente mientras la sacerdotisa de Cassia que le daba ordenes se acerca la  noble_ Soy Arcyla de Chian, dama asistente de la fortaleza_ La joven de cabellos  negros miro alternativamente a Katerina y a Moira.