24 oct 2021

Ella llora llamas II

 


Continuación de Ella llora llamas

La mirada culpable de la general recorría la habitación, tomando cada detalle de aquel caos. Buscar las palabras correctas para justificar su plan y las consecuencias grabadas en sus cuerpos. Una parte quería explicar y consolar a su compañera de viaje pero otra parte, la racional, la sobreviviente del Harem le recordaba que Hipolita era la capitana de una embarcación mercenaria que contrató el Imperio, o lo fue al principio de su aventura.

_ En el momento en que se desató el incendio_Explico_ Despues de eso solo nos comunicamos una vez mas_Temia en la reacción de la capitana_En el camino, me informaron que tenían acceso a personas en la República y la ubicación de la prodigio_Suspiro con cansancio_Esta misión lleva planeada hace más de 7 ciclos por lo que me dieron a entender _




_ Cómo sabían que quería venderla?_ Pregunto Hipolita más para ella misma que para su interlocutora. Se recostó en la hamaca abandonada _¿Tienen la fuente del fuego salvaje y lo venden? Al Imperio?_ No entendía los motivos de todo esto, pero su mente lo atribuía a la ignorancia de la política y sus juegos. 

Fedra se mantuvo en silencio pensando en sus palabras, no quería confesar que tampoco tenía una razón clara del plan. Ella es la mano en la oscuridad, que trabajaba para que la Luz del Imperio creciera y su luz tocará a todos quienes adoraban a su ser. 

_yo solo cumplo mis ordenes_Contesto la general, suspirando con cansancio_Todo es por la paz del Impero_Se recordó a sí misma su juramento.

Un silencio incómodo se instaló en la habitación, ya en la hamaca y con un cansancio acumulado por días Hipolita se durmió. Por su parte, Fedra se puso a mirar por el ventanal tratando de poner en orden su cabeza, Quería descansar pero se exigió a mantenerse alerta por ella misma y su compañera de viaje. La capital rebelde se veía apacible y silenciosa como si fuera una antigua ciudad abandonada. Tal vez lo era en un primer momento, después las tribus que negaban someterse al puño del Imperio migraron de las montañas adentrándose al territorio. Después migraron los últimos miembros del sindicato de la cadena, la insurrección de Gathing. Según los informes del sacerdocio de Cassia, la relación entre los líderes de las tribus y los maestros de la cadena era tensa. Parte por que el conocimiento no era libre, estos no podían disponer de los técnicos tan fácilmente como creían. Debían pagarles y respetar las costumbres del herético sindicato. 

Además estos solo participaban en la defensa de la capital o de los poblados, nunca en batallas o ataques que organizaban los grupos de ataque.

La joven sentía angustia y rabia, su anterior vida no la había preparado para esa misión. Miro a Hipolita, envidiaba su endereza, conocimiento y la voluntad de seguir a pesar de todo. Tanteo de manera inconsciente su lado derecho, pero su espada no estaba hacía más de 3 ciclos que la había perdido en las manos de los rebeldes. El cansancio estaba haciendo mella en su mente, se preguntaba qué ciclo sería? Antes que la luz del poder fuera emperatriz, en el ciclo de la tortuga, todas las mujeres del Harem preparaban dulces ambares, los favoritos del Principe Beltran. Por la noche se servía vino de duraznos rosados y la, entonces, princesa Elis ayudaba a su madre a hilar para comenzar el tapiz de los cantares como cada periodo. Extrañaba los cuchicheos, las risas veladas y las miradas de complicidad entre la princesa y las jóvenes del Harem. La luz del poder brillaba con intensidad cuando sonreía. La dulce calma de esas labores se extendía por el palacio, como si las intrigas palaciegas desaparecieran por un momento. Casi podía sentir el suave aroma de la fruta cocinandose, el calor de las llamas controladas por sus compañeras, todo aquello la tranquilizaba preparándose para un sueño que su cuerpo añoraba. Se recostó en un sofá arañado y con manchas mas que sospechosas pero no le importo. Se miró las manos lastimadas con angustia, ¿cuándo fue la última vez que las había cuidado? se preguntó. Quería darse un largo baño y comer algo dulce mirando el río correr. Sintió una punzada de culpa, por desear cosas banales cuando ahora era una general del Imperio. Con este último pensamiento se durmió. 


---------------------------------------------------------------------------------------------------




En una de las habitaciones del taller, el jefe de la cadena dibujaba una runa arquetípica en un espejo oval. El espejo se veía sucio y el marco se encontraba oxidado. Un leve resplandor anaranjado aparece mientras el técnico dibuja con precisión un patrón en la circunferencia de la superficie plateada. 

En lo profundo de su ser, Melkiades detestaba ese tipo de trucos pero eran necesarios para ciertas cuestiones. Sabía  hacer funcionar ese objeto mágico pero le molestaba no saber cómo funcionaba. El resplandor naranja cambio de color a uno amarillento chillon hasta mutar a un verde claro como las aguas de la Isla Veremyn. 




Su reflejo cambio al de una joven mujer de cabellos negros y velo verde, su expresion servera imitaba a la del jefe de la cadena. Ambos fijaron sus miradas en el otro, levantaron la mano derecha al mismo tiempo y luego la izquierda como quienes presentan armas en un duelo. 

La sacerdotisa de Cassia hizo una serie de movimientos con sus dedos y manos, su rostro permanecía impasible, esos gestos se podrían traducir como: “Maestro de la cadena, Melkiades. Soy la maestre del templo de la Isla Veremyn, Arcyla de Chian.” Saludos en hora del ciclo del cangrejo. El hombre solo endureció su gesto con evidente desagrado, y movió sus manos y dedos con gestos duros, “ya llegaron sus agentes, en medio ciclo se irán.” 

Arcyla parpadeo con evidente sorpresa, sonrió complacida con la respuesta. Pero la parquedad del técnico lo sintió como un desafío. Su esposa sigue comprando naranjas en el mercado oculto de la isla, un placer inusual. Los dedos de la mujer se movieron de manera elegante casi como una noble tratando de seducir a su amado. 

Los ojos del jefe brillaron de manera inusual, como si un relámpago tratara de escapar de esas pupilas oscuras. Sus dedos temblaban conteniendo todas las palabras que quería arrojar a la petulante sacerdotisa frente a él. “Cómo piensa sacarlas de la capital? Mi ayuda solo se extiende a mi Taller.” Tener a esas mujeres en su techo era como estar caminando sobre hielo muy fino. No dudaba que espías de los rebeldes vigilaban su territorio y no podía darse el lujo de la sospecha. 

Los labios de la sacerdotisa se mantienen apretados, sus manos cerradas parecían pequeñas rocas blancas. Tenían un plan alternativo si el jefe del gremio se opone a ayudarlas, sin embargo las excursiones a la capital rebelde son riesgosas y ocasionar más pérdidas que ganancias. “Solo necesitamos una ventana de tiempo sin vigilancia, como mínimo 3 hs y una distracción”. Puso énfasis en las palabras como mínimo, no quería recurrir a nuevas amenazas. Presionar demasiado a un maestro de la cadena no daría buenos resultados. Melkiades negó con la cabeza pero sus manos se movieron rápidamente. “Una hora y la distracción puede ser el festival de las bestias. Ya fuera de los muros de la capital ya es su problema.

No conforme con la respuesta Arcyla trato de taladrar con la mirada a su deforme reflejo, asintio con resignacion. Por su parte, el técnico hizo un saludo con una expresión agria en su rostro.. Ambos pusieron sus dedos en la superfice del espejo trazando una runa, el resplandor verdoso cambio a amarillo mientras los reflejos se transformaban, como si los tatuajes hereticos del maestro de la cadena se fundieran con el velo verde de la sacerdotiza. Era una combinación pavorosa que solo duró unos segundos, los suficientes para perturbar a ambos. Cuando el resplandor desapareció, Melkiades podía enfocar  sus ojos en la imagen del espejo, un hombre con una orden que cumplir. 


No hay comentarios: