17 abr 2022

El oficio de la tejedora

 



Continuación de El teatro de las rosas II

Tres semanas después de que la novicia Moira había partido a Belial con la marquesa, por las dos cartas que recibió, el viaje había sido algo agitado. Satine se acostumbró a la presencia de aquella sacerdotisa. Le dolía admitir que extrañaba su presencia.  La emperatriz estaba ocupada entre el consejo de hierro y las reuniones interminables con los embajadores de las diferentes ciudades - estado, principados, ducados y demás. Lady Satine asistía a todo eso y ayudaba a los dos reemplazos de Moira, incompetentes y petulantes. Sin embargo, el consejo de las flores se ha vuelto un lugar volátil, sin la presencia de la madre de la emperatriz, quien viajó con su hijo a las tierras fértiles de Loth. Las nobles y cortesanas trataban de ocupar un lugar central en la corte. 




Satine se mantenía en silencio mientras las otras nobles hablaban, Lorcas de Sindorel era el centro de atención. Como siempre, hermosa, elocuente y querida por el consejo de hierro y de las flores. Satine quería ver su rostro consumido por las llamas, otros días quería que la mantuvieran en las mazmorras del palacio esmeralda. En el pecho de la joven, ardía la llama del odio, un odio primordial. La codicia que la hacía consciente de sus propias fallas como mujer y noble, en el consejo de las flores. 

El poder que había ganado en la corte itinerante se estaba esfumando con la aparición de esa mujer, la marquesa Giska estaba atendiendo los asuntos de la Emperatriz en Belial. Dejando un espacio en donde una nueva noble podía llenar, la joven Soleil que había labrado alianzas paso a paso, vio como todos miraban a la recién llegada en una tarde logró arrebatarle más de la mitad de sus contactos, así como retrotraer todas las negociaciones. Ese sentimiento le era conocido, lo había vivido muchas veces y esta vez la abrumaba. Velmor se mantenía a su lado, pero también debía recorrer el palacio por diferentes cuestiones, podía sentir la molestia de su empleadora. No dijo nada, entendía sus emociones pero no era su campo ayudarla con ellas. 

Mientras la condesa de Seshat servía el té, estudiaba a Satine. La mirada llena de una furia velada por el servicio. Reconocía esa mirada, la había visto en muchas personas por diferentes motivos. Mientras hablaban de las negociaciones con la segunda familia noble más importante de Loth, la condesa no podía evitar sonreír cada vez que el rostro de la joven se descomponía al escuchar la voz de Lorcas, en la otra punta del salón. 

Los labios de Satine estaban tensos, en un rictus de asco profundo que no se esforzaba por simular. Lady Sindorel era acompañada por un noble diferente cada día, se reúnen alrededor de ella como si portara la mismísima corona. Los hombres se esforzaban por llamar su atención, con frases interesantes o regalos. 



_Su tierra es próspera por eso ganó un lugar en el consejo, antes que llegaras_Dijo la noble mirando el líquido ámbar en su taza_No estuvo en la corte porque se dedicó, a sus tierras_Siguio mientras la mirada de Satine se vuelve más violenta, en sus pupilas arde la llama del profundo rencor que sienten los desplazados, aquellos que no pueden brillar lo suficiente. Los modestos talentos que ganan sus batallas con la paciencia y la dedicación del día a día. 

_Debemos concentrarnos en las misiones diplomáticas de Mantor, en cualquier caso deben estar contenidas si Cassia no lo quiera estalla la guerra_Contesto para desviar la atención, Satine quería borrar de su rostro la expresión sombría que se negaba a desaparecer_Si tomamos en cuenta los informes de la frontera podemos estimar que la estrategia, tiene que ser lo más rápida y efectiva posible._ El tono de voz se mantenía tenso, quería no sentir esa ira que crecía cada día en su interior. Pero allí estaba, cada minuto envenenaba su mente y la hacía cometer errores estúpidos. 



Carlina sonrío con ironía _La circunstancias mundanas nos llevan a la guerra, pero debajo de ellas están su verdadero motivo_Podia ver la batalla interior de la joven noble, le recordaba los tiempos cuando la madre de la emperatriz había llegado a la corte. Hace muchos años, muchos siglos atrás cuando sus manos estaban ansiosas por tomar el poder. 

Satine miró su regazo, su pierna mecánica le dolía. Porque a ella le tocaba perder todo el tiempo? ¿Cuándo sería su momento? Esas preguntas quemaban su razón y lógica. Sus labios se mantenían cerrados y su expresión de seriedad cambia a un semblante de irritación. No es justo, no lo es, repetía su mente una y otra vez como un sermón sagrado. Apenas podía escuchar la información que la condesa le entregaba, su mente estaba mostrándole los diferentes escenarios donde podría destruir a su rival, ella era la sombra de la corona dorada. Las sombras son insondables y no pueden ser derrotadas. 

La señora de Seshat cerró sus puños exasperada _Lady Satine, le recuerdo que nuestra luz imperial depende de sus palabras para una estrategia para la futura guerra_ La joven parpadeó con vergüenza. Sus mejillas se pusieron rosadas dándole un semblante de niña irresponsable. Asintió escondiendo su rostro _Tiene razón, Condesa. La escucho _ Contesto tratando de dominar sus emociones. 

La señora de Seshat siguió su explicación, mientras el asistente de Lady Satine entraba al patio. Las nobles y las sacerdotisas fijaron su atención en el invasor. Quien se había atrevido a contratar una novia como asistente? se preguntaban exasperadas. Lorcas estudió con atención a Velmor, sus ropas bermejas, su sonrisa burlona mientras se acercaba a su empleadora, quien lo reprendió por su osadía de irrumpir en el consejo. Asentía con desdén mientras recorría la mirada como desafiando a que algún miembro del consejo se atreviera a  echarlo. Le gustaba escandalizar a esas momias de velos verdes. Lady Sindorel le sostuvo la mirada sonriendo, se acercó a la mesa de Satine mientras acomodaba los pliegues de su vestido, dejando ver sus piernas torneadas, color dorado como el trigo. 

_ Recomiendo que envies una carta al Marqués de Hedvinkah, sus tierras serán las primeras en estar en peligro _ Termino Carlina. Se levantó con ceremonia y abandonó la mesa. Dejando a Lady Satine con su asistente y Lady Sirodel acercándose con su sacerdotisa personal. Realmente las peleas de poder habían dejado de ser entretenidas, ahora solo le causaban molestia. 

Velmor saludo con la mano, ante el gesto de enojo de su empleadora _Tenías razón, este lugar es agotador_Susurro mientras le pasaba una comanda imperial, tenía un sello de una estrella y dos lágrimas. En un rápido movimiento, guardó la comanda en los pliegues de su vestido. 



  _Cassia guarde sus pasos, Lady Satine Guillet-Soleil_ Saludo la sacerdotisa personal, mientras que Lady Sidorel, estaba interesada en su novia. Podía sentir el deseo velado en sus manos recorriendo su cuello bajando por su escote desnudo. Era incómodo, pero lo era más sabiendo que su asistente se divertía con la situación. Tenía que marchar al consejo de hierro y después ayudar en las cámaras privadas de la emperatriz. Pero se sentía frustrada ante una noble como Lorcas, que pensaba robarle lo que tenía, lo poco que tenía. Satine se inclinó brevemente, su respuesta fue un siseo apenas entendible. Cosa que sorprendió a su asistente que respondió _ Que Totheal visite sus jardines y castillos_ Acomodo su chaqueta carmín de arrugas inexistentes, a modo de mostrar el rango de su empleadora. La sacerdotisa apretó los labios, tal vez reprimiendo un comentario. Ese gesto alertó tanto a la noble como a su asistente, una ventaja, una debilidad. Lorcas extendio un pergamino sellado, el sello era negro grabado con un diamante. Inmediatamente Velmor lo tomó comprobando que no contenía ninguna maldición o mala intención. Tenía un hechizo de bloqueo, algo poco común en la corte ya que casi nadie en ella podía hacerlos sin despertar sospechas de traición._Nuestra luz del poder se merece saber que sucede en las tierras del otro lado del río Orath_ Dicho esto. Se marchó dejando a Satine con dudas y miedos que antes ignoraba.

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