21 dic 2020

La república de los rebeldes II

 



Después de las palabras de la líder rebelde. Fedra se mantiene en un testarudo silencio. Las promesas de dolor y miseria no la impresionan. Había vivido en el harem, el de Silas.
_Odiamos al Imperio tanto como cualquiera que vivió su tiranía _Dijo con la convicción de un rebelde. En su mano, tenía una moneda de plata, el perfil de Silas estaba desdibujado así como el sello imperial. Podía recordar el día que fue comprada, las lecciones de modales y el día de su debut con el Príncipe Nerón. Apretó la moneda sintiendo como se lastimaba la palma de su mano. Con gran esfuerzo, movió su mano hasta quedar desatada y le arrojó la moneda ensangrentada a la mujer _ Ese es nuestro amo y dios, la plata y oro que les podemos sacar_ Su voz sonaba cargada de resentimiento y asco_Somos leales a la fortuna, señora Willa y a nadie mas _ Afirmó con arrogancia.
Hipolita miro a Fedra y a la líder con estupor. El cambio de actitud la tomó por sorpresa. En su interior debatía si seguirle la corriente a su compañera sería lo más conveniente.
La jefa se rió secamente, sus dientes estaban azules por el tabaco de Loth. Sus ojos brillaban con malicia, como un niño que quema impunemente hormigas para verlas enloquecer. 
El puñetazo en la quijada dejó a Hipolita atontada, Fedra recibió los golpes en silencio hasta que los gemidos de dolor de la capitana estaban ahogados por la sangre. O porque había quedado inconsciente. Escupió uno de sus dientes con saliva sagijolienta, apenas podía respirar trato de calmarse ya que sentía su rostro pegajoso. 
_Me pregunto_Dijo la jefa jugando con una copa que estaba tomando_Todas se aprenden el mismo libreto?_ Sacó de su bolsillo una daga corta negra con el sello del Imperio, tenía sangre seca en la hoja. Willa podía ver la frustración en los ojos de la joven general._La guardia Obsidiana, no está en sus mejores épocas por lo que veo_ Siguió con evidente decepción. 
Fedra mantenía su mirada en la daga como si nada en esa habitación importara, ni sus golpes, el cuerpo inconsciente de la capitana o la jefa de los rebeldes. En su interior, se desataba una tormenta que tenía que dominar por su propio bien y el de Hipolita. Mentalmente apartó sus pensamientos como quien domina una bestia salvaje _Mulcifer no es único _ Contestó enigmáticamente. Lo que hizo que por primera vez, la jefa rebelde tuviera una expresión de ligero temor. Chasqueo los dedos y las prisioneras fueron atadas juntas una no podía moverse si la otra no lo hacía.  
_Eso  lo sabremos_ Replicó con un tono duro. Las jovenes fueron atadas a un carro que se encontraba afuera de la cabaña, los rebeldes mantenían sus rostros cubiertos con pañuelos de color marrón con detalles en verde o dorado. Se movían ligeros y casi sin hacer sonidos como animales del mismo pantano que los rodeaban. Hipolita se mantenía en pie a fuerza de los codazos de Fedra. Mientras caminaban de manera torpe un sendero se visualizaba y el bosque se ponía más tupido, de tanto en tanto la jefa las observaba con aprehensión y algo de pena. Se estaban adentrando a la república de Zoblana. 


9 dic 2020

La republica de los rebeldes

 



El silencio en la cabaña era imposible de quebrar, sentadas frente a la líder del pueblo rebelde tanto Hipolita como Fedra sentían el aliento demandante de la madre Cassia reclamando por sus sombras. 

La mujer hizo señas y los hombres a sus espadas las ataron a las sillas. Ninguna se resiste, era inutil pelear en sus condiciones, heridas y sin escapatoria. La capitana sentia, panico y terror, estos peleaban por quien tomaba en control de su mente. Sin embargo, Fedra se mostraba apática, como si las ataduras y la presencia de la Jefa de ese lugar eran meros percances en su misión.

La luz azulada que entraba por la ventana, hacían del interior de la cabaña un lugar siniestro. El perfume del agua del río, sumado al cuero de la armadura de Fedra. Era sofocante. La expresión de satisfacción de la Jefa se hizo evidente cuando noto, las marcas en sus manos y la moneda de Cassia. La imagen del Imperio estaba en ellas, imposible de esconder o negar.

La mujer se sentó enfrente de ellas, de manera que pudieran estar a la misma altura. Sacó una daga con el mango de hueso con cintas de diferentes tonalidades de azul. Hipolita no pudo evitar su expresión de furia y escupió una maldición. 

_Nadie sobrevivió _ Confirmó, en tono neutral. La jefa de ese puesto de avanzada esperaba algo mas que dos jóvenes mojadas hasta los huesos, con rostros agotados por el naufragio._Como saben, los habitantes del Imperio no son bienvenidos. Así como sus perras guardianas, las sacerdotisas de Cassia_ Aclaro con molestia.

_No somos una cosa, ni la otra. Jefa_ Contesto Hipólita con la voz cargada de resentimiento. La daga pertenecía a su primer oficial, un amigo y colega. Su muerte bajo las flechas de la nación rebelde le pesaba en el corazón._ En estos tiempos, el oro se consigue de muchas maneras._

La jefa clavó su mirada en la capitana, algo le decía que esa afirmación tenía una verdad a medias. Muchos mercenarios, piratas y técnicos trabajaban al mejor postor. A veces el Imperio y otras reyes de lugares lejanos. Ejecutando matanzas o viajes como un artesano trabaja su arte. Podía discernir entre aquellos que solo veían el oro y los que simpatizaban con las manos que lo entregaban. Hipolita con sus cabellos rojos y sus modales gastados por el mar Skar solo tenían un amo y era ella misma. Pero Fedra, era otra cuestión. 

_En nuestras orillas encontramos esto_ Dijo mientras mostraba los restos de un frasco que se enccotraba teñido por una sustancia de color marron oscuro, el olor acido es dificil de ignorar._Lo interesante fue, lo que pasaba con los restos, de lo que había en estos_Siguio contando, mientras estudiaba el rostro de Fedra en busca de una pista_El fuego del campamento se descontroló llevando a 7 de mis hombres y ahogando al resto. Pudimos controlarlo estando a la vera del rio_El tono duro fue aumentando mientras notaba los nervios de Hipolita, la boca de la chica era una línea blanca en su rostro curtido por el mar._Mi abuela, que el rio y el viento besen sus huesos, me contaba la historia de la segunda expansión del Imperio. Como las sacerdotisas de Cassia luchaban codo a codo con los guerreros del ejército carmesí. La madre de las lágrimas, así la llamaban a la creadora del Mulciber. Cuando esta murió, supuso el fin de tal… Monstruosidad. No?_Las palabras de Willa, hacían que la capitana trataba de soltarse de la silla_En este momento, podemos hacer dos cosas_ Repuso la mujer con la expresión de una madre que inevitablemente debe disciplinar a sus hijas._ Una, les sacamos la verdad con la fuerza de nuestros puños y vemos el alcance de su fe para con Cassia o dos, nos dicen lo que saben y sus cuerpos y espíritus se mantienen intactos _