27 sept 2021

Ella llora llamas

 


Continuacion de "Tan duro como el diamante II


Melkiades era el jefe de gremio que dirige el taller, un hombre entrado en años y con un carácter entre afable y directo. Mientras ingresaban al taller podían observar a los diversos maestros del gremio trabajando en sustancias o en metales. La mezcla de idiomas era interesante, como una música discorde entre el ruido de las forjas y las indicaciones de los asistentes. La piel de cualquiera en ese recinto tenía un tinte azulado, ya sea por los símbolos heréticos o la suciedad de las forjas. 

El jefe avanzaba con rapidez al interior del taller, los guardias las habían dejado a su suerte a penas atadas. Hipolita se mantuvo en el umbral, en su mente si entraba ya no tendría escapatoria. Además que los espacios cerrados la incomodaban. Fedra tiró de ella, siguiendo a Melkiades. Estudiando a su alrededor, sus manos temblaban de nervios y cansancio, tomó el brazo de la capitana arrastrandola hacia el interior del taller. 

Entraron a una habitación oscura, podían ver los miles de libros acumulados, papeles y diferentes objetos metálicos con símbolos arcanos. Se sentó pesadamente como si hubiera caminado toda la capital ida y vuelta. Miraba los pedazos de cristal marrón recuperados por los rebeldes, su rostro se mantenía neutral como si lo que viera era algo común. 




_Asi que esto, era Mulciber_Afirmo mirandolas sin esperar una respuesta_La araña verde me dijo que las encargadas llegaron hace un ciclo, con la plata acordada_ Hipolita miró furiosa a Fedra, está bajo la mirada algo avergonzada. Esa parte del plan, la capitana la ignoraba completamente. Adivino que la araña verde era su hermana, ese perfume en el bosque le confirmaba sus sospechas, de que las seguían. 

La general se sentó en una de las sillas polvorosas, su mirada recorría el lugar para no tener que posarla en su compañera de viaje._ Es correcto, la mitad de la plata se encuentra en la capital y la otra parte será entregada cuando la mercancía sea asegurada en territorio imperial_  Contestó, su voz sonaba rasposa y agotada producto del viaje.

El maestro de las cadenas tenia puesta su atención en los pedazos de vidrio, trataba de manipularlos con diferentes herramientas, en su mano uno de los simbolos hermeticos resplandeció en una luz verde, su semblante de concentración le daba un aspecto severo casi como un sacerdote de las llamas. 

_Ahora necesitamos verla _ Ordenó Fedra, trataba de mantenerse fuerte pero Hipolita podía ver sus ojos apagados por el agotamiento, las ropas manchadas con sangre y los moretones que se tornan azul verdoso. En otro momento hubiera ayudado a su compañera de viaje pero el saber que todo esto era un plan retorcido de las infames sacerdotisas de Cassia, se lo impidió.  Melkiades levantó la mirada confundido, parecía que por un momento se había olvidado de su presencia. Asintió y las guió por un pasillo con muchas puertas. Eran los dormitorios de los miembros del taller, los marcos de las puertas tenian grabados magicos de diversos colores, amarillo, rojo y cobre.

Todo el taller permaneció en semi penumbra, a excepción de las mesas de trabajo de los maestros y aprendices, el pasillo era igual. No era fácil distinguir una puerta de otra. Todo el lugar es frío como una cueva montañosa y al igual que ella parecía hostil.

_Supongo que tienen muchas preguntas o no_Dijo el hombre, en su cabeza rapada podían confundirse las venas con los tatuajes como un único diseño. Paro en una puerta de color caoba, tenia unos simbolos de proteccion rudimentarios grabados. Un sonido discordante salía de ella, la capitana reconocía el sonido del agua corriendo con algo metálico pero otros ruidos le impedían entender que sucedía en esa habitación. Así como un calor anormal.

_Hay alguien llorando_Afirmo Fedra. Enfrentó al jefe con una mirada acusatoria. Pero este solo se quedó mirando la puerta con una mezcla de tristeza y fastidio. 

_Reconozco que no fue mi mejor inversión _ Contesto mientras abría la puerta. La habitación era mediana, una enorme ventana dejaba entrar la luz crepuscular, no había cama si no una hamaca que la atravesaba. En ella, estaba una muchacha de cabellos revueltos gimoteando como una niña. El calor y el olor nauseabundo son insoportables, el jefe de gremio parecía no notarlos pero las lágrimas de la joven parecen incomodarlo. 




Había una mesa de trabajo repleta de utensilios, herramientas y libros. El suelo estaba pegajoso, donde se pisaba había restos de comida o otras cosas que Hipolita prefirió ignorar. La capitana se acercó a la joven, sus manos estaban sucias con carbón, así como su rostro. Le recordaba a los niños del puerto abandonados a su suerte en el puerto de la isla, mientras sus padres se marchaban al mar por ciclo enteros. 

_Esto no era lo que habíamos acordado_Dijo molesta Fedra_Se supone que era el prodigio del fuego que veníamos a buscar_ La mirada de reproche al maestro de las cadenas era letal, se sentía estafada y agotada. Pensaba en el tiempo y los recursos usados para esa misión y su sangre hervía de indignación. 

_Esta es el prodigio del fuego, Callista de Balkan. Nieta de la Madre de las Lagrimas_Contesto el hombre con una expresión glacial. Quería terminar rápido con el acuerdo y los lamentos de la chica lo irritaba cada vez más._Hace años que está huyendo de las arañas verdes, algo pasó en Loth y llegó como esclava a la Capital._El maestro apretó sus labios con angustia, la general intuía que algo no estaba bien pero se mantuvo en silencio mientras este hablaba_ La compre por 7 piezas de plata, trabajó por varios ciclos llegó a la cuota pero por poco...Parecia que habia mejorado pero desde que se escucho los rumores de guerra, empeoró. Produce pero el resto del día es así _Explicó señalando a Callista que había dejado de llorar y solo miraba el vacío ignorando la gente en su habitación._Medio ciclo pueden quedarse, recuperar sus fuerzas pero tienen que llevarsela_ La capitana escucho al dueño del taller algo en sus palabras no encajaba, si la joven era su esclava por que venderla al enemigo? ¿Que era realmente esa pobre criatura?. Antes que pudiera hacer alguna pregunta, Callista se levantó de manera aparatosa de la hamaca paraguaya. Miro a Melkiades con fastidio _ Ya cumpli mi cuota hoy_La voz rasposa por el llanto si como su apariencia patética era como un insulto a su jefe y esta chica lo sabía. Hipolita había visto ese comportamiento caprichoso en las esposas de sus oficiales. Recordaba las peleas conyugales en el puerto, los gritos, las lágrimas y las reconciliaciones, sonrió. Extrañaba su tripulación, su barco y el mar. Todo eso perdido a manos de esos rebeldes, para una misión que había sido fallida desde su principio. 




El jefe del gremio suspiro era evidente que no quería pelear o discutir en ese momento, tal vez había algo más. _Si, tu cuota esta completa, ellas se van a quedar en tu cuarto_ Explico como quien explica a un niño _ Están de paso_ Siguió cuando la joven abrió la boca para quejarse de la repentina invasión en su cuarto_ Su destino final es Tamaran_ Dicho esto. Callista sonrió mostrando sus dientes amarillentos. En su rostro se podía ver los surcos de las lágrimas, ese cambio de actitud alarmó a Hipolita.  

La puerta se abrio de un golpe, una joven  de cabello corto y negro solicito la ayuda del Maestro de las cadenas. Al parecer un trabajo requería de su experiencia, miro de reojo a la prodigio que dejó de sonreír para escuchar el problema que debían solucionar. Tanto la capitana como la general poco entendían de la jerga de los maestros de las cadenas y mucho menos de la República rebelde, quedaron afuera de la discusión como si fueran simples muñecas o fantasmas.



Los tres se marcharon dejando a las mujeres en la habitación de la chica, Hipolita miraba en silencio el atardecer. Una parte de ella solo quería dormir y olvidarlo todo. Por otra parte, quería golpear a Fedra y gritarle por su pérdida. Su mente hacía los cálculos, cuánto debía trabajar para conseguir un nuevo barco, la tripulación? ¿Tendría alguna después de ese fracaso?. 

_Fue algo improvisado, teníamos la información del paradero de Callista pero no contemplamos buscarla para_ Empezó a explicar Fedra con rapidez pero la capitana no la escuchaba, su mirada la mantenía fija en las torres de Capital Kipka

_De ella fue la idea, no?_ La voz de Hipolita se mantenía serena quería confirmar algo que sospechaba desde su captura. La voz de la general era como el murmullo del mar. Algo en el corazón de la chica se desvaneció. Era el peso de la culpa, su hermana había hecho eso. Sentía que su madre reía con orgullo desde el abismo de Cassia, se lo merecía. Merecia perderlo todo, era su pago por lo que había hecho. Fedra seguía con sus explicaciones pero ella estaba en el puerto de Veremyn con sus monedas de cobre y el llanto de su hermana en sus oídos. Ni la tormenta más furiosa podía callarla.