9 ago 2021

El teatro de las rosas II



Continuación de El teatro de las rosas

 El duelo de miradas era agotador, así como la actitud relajada del joven novicio. Este tomó la bolsa y revisó las monedas de plata que había. El perfume dulzón de la habitación se había vuelto molesto como la peste de una calle de los barrios pobres. 

Lady Satine se debatía así misma, como había llegado hasta la capital imperial, al corazón mismo del Imperio para descubrir que nada era real. Su estancia en el palacio, la corte itinerante y la propia dinastía, la ilusión de algo mejor que la finca Soleil. El esplendor del oro y el status se desmoronó en sus ojos así como un castillo de naipes. Ella se jactaba así misma de poder caminar en el jardín de las espinas y hielo sin inmutarse, de tener todos los senderos a sus pies. Ahora solo sentía un vacío que la ahogaba, añoraba la claridad con la que unió sus pasos a los de la Emperatriz.

Velmor se sentó frente a ella, se acomodó de tal forma que parecía un muñeco desechado por un niño. Era atractivo pero su mirada era una advertencia, de algo peligroso casi prohibido. Se puso a jugar con una moneda, sin prestarle atención a Satine que lo estudiaba. _Puedo sacarme la ropa o no, depende cuanto tiempo necesites. Aunque para lo que tenemos que hacer podemos ahorrarnos esas cuestiones_Dijo con la voz teñida de un tono burlón, miró brevemente a la noble_Tampoco es que me importe mucho lo que hay ahi abajo_ Aclaró señalando el vestido provisto de adornos o sofisticación de la muchacha. 

Tanto Moira como la sacerdotisa que las había guiado se encontraban lejos de ellos, parecía que hablaban pero sus rostros mantienen una expresión neutral. 




El destello plata de la moneda le empezó a molestar, las palabras de la novia solo confirmaban lo que suponía. Ese sacerdote no tenía vocación alguna o en su arrogancia creía que sus habilidades estaban sobreestimadas para la aparente campesina que se encontraba enfrente de él. Pensó en las palabras de Moira, había una verdad en ellas. No sabía manejar a los hombres y eso era un problema para sus planes. _Acercate_Ordeno. Opto por poner su voz en el tono que usaba la marquesa Giska hablaba con nobles por debajo de su rango.

El novicio arrastró el sillón hasta que ambos se encontraban frente a frente, sus piernas rozaban con las de Satine, podían adivinar el perfume del otro o la textura de la piel de lo cerca que estaban. La noble alargó su mano para tocar el rostro del joven pero este se le adelantó y la atrapó. Acuno su mano entre las suyas como un pájaro que intenta escapar, tocaba sus dedos con cierta curiosidad_Nobleza del sur, primera vez que estás en la capital Imperial_Dijo como si describiera a un caballo de carreras_ Lo que no entiendo, es porque no te buscan marido_ Concluye con sorna, mirando su rostro. Tratando de intimidarla.

_Tal vez no necesito uno_Respondio Satine entre impresionada por la habilidad de Velmor y inquieta por su cercanía. Mantuvo su mirada fija en esos negros y profundos ojos que intentaban sacarle todos sus secretos. Libero su mano con gracia mientras mantenía la mirada, su mano jugó con los cabellos del sacerdote comprobando su suavidad. 




Velmor comenzó a recorrer su cuello con los dedos, largos como una araña ponzoñosa. La noble entrecerró los ojos, como un gato satisfecho. Algo en su toque la relajaba, algo que no podía describir de manera correcta, las palabras se perdían en un vacío en donde solo podía ocupar esa sensación. Con la mano libre, la metió en los pliegues de su vestido buscando algo desesperadamente. El sacerdote sonrió con superioridad _Asi me gusta, que busques consolarte sola_ Susurro mientras mantenía su mano en el cuello de Satine, de una manera algo hostil. El calor en la piel de la noble aumentaba, sus mejillas se volvieron un rosa intenso mientras que apretaba sus labios con fuerza como si quisiera reprimir suspiros o algo mas. 

El sacerdote sintió el frío de la daga en el cuello primero y después el peso de la pierna mecánica sobre la suya. La mirada de la noble era violenta, cruel y curiosa. Cualquier rastro de placer o lujuria se había transformado en una sonrisa violenta._Asi que ese es tu grado de maestría?_ Pregunto molesta. Según Moira, Velmor era experto en su campo así como la sacerdotisa Beatrize. Estaba decepcionada y aliviada en partes iguales, pudo controlar la invasión mental pero hasta cierto punto, su cuerpo la había traicionado_No te preocupes, voy a contratarte_Aclaro_ Vas a enseñarme a resistir, vas a estar a mi servicio_Sentencio sin esperar réplica alguna. 



_Por supuesto, mi señora_Afirmo el sacerdote sin sacar su mano del cuello de su agresora, ahora lo apretaba un poco más, mientras que la otra mano subía por la pierna metálica. Se preguntaba muchas cosas, como había resistido su toque, porque contrataba a una novia como asistente, el origen de esta maravilla mecánica y la más importante quién era realmente su nueva ama. _ Cuál es el nombre de mi nueva empleadora?_ Pregunto juguetonamente mientras bajaba su mano hasta llegar a su escote. 

De un golpe, sacó las manos inquietas de Velmor y puso una distancia entre ellos. Temerosa que empezará a aumentar el ataque, que todavía lo sentía en su piel y mente. _Lady Satine, dama principal de la Emperatriz, la luz de nuestro Imperio_ Había practicado su presentación muchas veces y esta vez lo ameritaba. En el umbral, apareció Moira con una expresión preocupada, eso solo significaba que tenían que volver de inmediato al palacio esmeralda._Ya nos vamos, mañana te presentarás en el palacio para empezar tu servicio conmigo _ Dijo, pero algo le decía que cuanto más aliados tuviera en la corte aseguraría su lugar en ella. _Mejor, ahora ya_ Ordenó. 

Al salir del templo rojo, ambas mujeres se sentían inquietas con el sacerdote de Totheal siguiendolas. La idea de mantener sus mentes y cuerpos libres de las manos caprichosas de la Emperatriz comenzó como una idea que tomó forma y se volvió una realidad llevando una novia al palacio, una cuarta novia. En una corte peligrosa, un palacio hostil y un imperio al borde de la guerra.