25 may 2022

La palabra de un noble

 


Continuación de Lágrimas de luna amarilla

Primero fue el movimiento, algo en las manos. Los dedos de Akrasia tenian una rigidez parecida a la de una anciana. Luego fue el olor a menta, alcohol y algo que no podia identificar. Algo que le recordaba a las mazmorras de su palacio.

Hyperion de Marat, se sentia inseguro en su propio palacio. La visita permanente de la familia Oshunm solo empeoraba la situación. La media sonrisa de la matriarca de la famila Oshunm, cada vez que Akrasia hablaba lo inquietaba. Años de oposición y peleas terminaron cuando su hija se casó, por gracia de la emperatriz, con el conde de Belial. Sus acuerdos y negocios seguian prosperando sin que la mano atenta del sacerdocio de Cassia pudiera tocarlos o la dinastía esmeralda lo pudiera notar. 

Tal vez la nueva cercanía entre su novicia personal con la sobrina de la matriarca, Leylah de Toth era el gesto que esperaba hace muchos años. Al llegar la carta de su hija anunciando su embarazo, todo se derrumbó, lentamente y sin poderlo evitar. 

Su mayordomo de palacio desapareció, Akrasia le alertó que huyó con una campesina hacia una de las ciudades escondidas del desierto. Su reemplazo fue un sobrino de la familia vasalla de los Oshunm, por consejo de su novicia. El joven se veia seguro y cómodo en el puesto. Mientras prestaba juramento a su nuevo señor, sus ojos se desviaban a la matriarca. 




Las cartas imperiales aparecían en las manos de Leylah excusándose que los mensajeros del imperio estaban confundidos. La novicia Akrasia asentia mecanicamente.  

El problema era el cambio de poder, Hyperion sentía que estaba perdiendo terreno en este mundo nuevo que inaugura la nueva niña emperatriz.  Su palacio se lleno de sombras y susurros inquietantes. A causa de la diligencia de su novicia que ocupó su tiempo reuniéndose con Leylah, ahora lidiaba con la duda en su mente y la sospecha que el Imperio le arrebataria el control de su amada ciudad. La ley establecia que solo los parientes de la dinastia esmeralda podian gobernar las principales ciudades -estado. Su padre habia estado emparentado con la dinastía, siendo el sobrino del emperador Tarlind de Loth. Sin embargo, dichos gobiernos podian sostenerse en la familia si el emperador de turno lo aprobaba. 

En la noche donde la luna apenas era una hoz de oro, la asamblea de Morthyth convoco a todos sus miembros. 

En el salón donde se reunio con la asamblea podia sentir los ojos de los nobles siguiendo sus movimientos, esperando un momento de debilidad. El duque busco a su novicia al verla junto a Layla se aferro a su silla con temor. 




Antes que nadie, la matriarca de Oshunm comenzó su acusación contra el duque Hyperion. Traición al Imperio, robo y extorsión, entre otros cargos. Su carismático discurso se apoyaba en la evidencia de los cofres con las armas de Belial. Las espadas brillaban con un fulgor maligno, las palabras de los testigos asi como las miradas furiosas de los nobles lo paralizaron. Esperaba que su sacerdotisa volviera a su lado, que usara sus palabras y desapareciera todo aquello. 

Hyperion trato de desestimar las calumnias pero su novicia, la fiel Akrasia, apoyó a la noble afirmando todo aquello. Jurando sobre su velo y los pies de Cassia. Los nobles votaron a favor de destituir al duque y entregarlo a la justicia Imperial. Los guardias que antes lo protegieron ahora lo esposaban para confinarlo a sus aposentos hasta que llegara algún pariente de la dinastía esmeralda. 




Encerrado en su propia habitación, redactando una carta a su hija pidiendo ayuda. Akrasia a abrió la puerta dejando que un haz de luz anaranjada la iluminara, sus ojos estaban opacos y sus manos eran similares a las ramas de un árbol moribundo. Entro con pasos erráticos parecido a un animal herido. El olor a mazmorra se mezclaba con el perfume de las velas. Ahora era podia verlos, los simbolos impios de la necromancia. 

Su novicia avanzaba hacia el, mientras su piel se volvía gris. Los miembros de la asamblea aparecieron en el umbral mirando la escena con horror, los murmullos convertidos en gritos de asco llamaron la atención del cadaver caminante que se volvió para atacar. El duque podia distinguir el rostro de la matriarca, sonreia con satisfacción, este corrió por los pasillos secretos con la esperanza de escapar de su hogar mientras lo que quedaba de la novicia se desplomaba en el suelo. 

Las sacerdotizas de Cassia aseguraron a los nobles que el duque de alguna manera logró corromper a su hermana haciendo de ella una muñeca. Por ello, seria juzgado y castigado con el peso de la ley imperial y la de Cassia cuando sea capturado. 




La novicia-cadáver ardía en la plaza principal de Titania. El velo verde con el escudo del Duque de Morthyth, se encontraba sucio a los pies de la hoguera. En la puerta del palacio, están colocando el escudo de la nueva casa noble gobernante la familia Oshunm. Su matriarca, Carmilla de Sorcha mantiene su mirada en las llamas. En sus manos, sostiene la comanda imperial que la autorizaba a mantener el orden en la ciudad-estado hasta que la emperatriz determinará quien gobernara por los próximos años. Aunque la independencia de Morthyth estaba comprometida, Carmilla estaba orgullosa de su triunfo.