12 feb 2024

Una noche cualquiera en Thai-Shum



Continuación de El festival de las bestias

Se decía que el viento en Thai-Shum cargaba con los secretos de sus ciudadanos. En la frontera que llegaba al río principal, se encontraban disimulados por la vegetación los puestos de vigilancia. Desde hacia 6 km seguían una embarcación que parecía estar a la deriva con sus tripulantes apenas visibles. 

Fedra y Hipolita confundidas sospechaban de la prodigio que sonreía de manera maniática. La capitana podía sentir los ojos de los soldados escondidos, las máscaras coloridas le dio una idea donde estaban. Fedra trataba de interrogar a Callista que saludaba con desparpajo a sus vigilantes como una estrella a sus admiradores. Una serie de máscaras  se asomaron por las ramas bajas, tentadas por la curiosidad o dispuestas a atacarlas. Fedra tomó uno de los remos y se los arrojó, pero las máscaras desaparecieron antes que el remo llegará a su objetivo. La prodigio chillo ofendida antes de poder hacer algo, una serie de ganchos de abordaje se clavaron en el barco. Arrastrandolas a la orilla. Hipolita, desarmada y agotada por el viaje, miro los ganchos con resignación. Si los sacaba el barco estaría lo suficientemente dañado para hundirse sin remedio, si no los sacaba serían capturadas por los dueños de las grotescas máscaras en la orilla. Morir ahogadas o lo que les esperaba en la orilla. Sentía la tentación de arrojarse por la borda abandonando a la prodigio y a la general. Pero era tarde para eso, muy tarde. 

Las mascaras de color rojo, negro y blanco se acercaron a la orilla mostrando cuerpos con tunicas negras. Es imposible de saber si son hombres o mujeres ya que las figuras parecían ligeras como pájaros posados en las ramas pero lo suficientemente fuertes para arrastrar al barco a la orilla sin esfuerzo. La pródigo saltó a la orilla, uno de los enmascarados la capturó en el aire atrapándola en la arena oscura. Una columna de fuego surgió de sus manos atadas que derribó a la mayoría de ellos, dejando malheridos a varios y una pila de cenizas en donde estaba su captor. 

Las flechas volaron a todas direcciones hiriendo a Callista que comenzó a incendiar el bosque, la playa y el río. Fedra desesperada trato de parar a la muchacha pero las llamas rodeaban todo como una marea inexorable. Pudo llegar a ella, sacándole las flechas envenenadas pero el daño ya estaba en curso. 

La capitana grito desesperada, conocía el idioma berokes de la zona de Thai-Shum _VA A INCENDIAR TODO!_ El ataque paró y las máscaras miraron un punto en el bosque. De ese punto surgió una mascara blanca con cuernos largos y colmillos, la figura estaba vestida con una túnica negra y cargaba una espada corta. Si caminaba en la graba de la playa no podian oir sus pasos, como una criatura de fábula se acercó a las tres mujeres. La prodigio gemía de dolor, las llamas se aplacaron indicando que el veneno avanzaba en su cuerpo. _Permitanos seguir nuestro camino a Tamaran, no volverán a ver nuestra bandera en su río _Pidió la capitana en ese idioma. Rogaba que su pronunciación fuera aceptable aunque hacia varios años que no practicaba.

La figura de cuernos se inclinó ante Callista que escupía espuma rosa, el veneno seguia cobrando uno a uno sus sentidos. Un chasquido metálico desenvainó y hundió la punta de la espada en una de las heridas ante la mirada resignada de la general. Sentia pena por la agonizante muerte que le esperaba a la demente. Sin embargo, estaba más preocupada por su propio destino. Thai-Shum era conocido por ser el país donde los forasteros se convertían en sombras. 

La prodigio se retorció en el suelo zafando de los brazos de Fedra, el fuego a su alrededor mermo hasta desaparecer, dejando árboles calcinados en la rivera. Hipolita vio la respiración pausada de la joven viviría por ahora.




_Por el ataque, se tiene que hacer un pago_Dijo la persona de la máscara blanca. Su tono del lenguaje es áspero parecido a una bebida amarga_Son invitadas en nuestra tierra. Hasta que se dictamine el pago_Guardo su espada de manera elegante. 

Hipolita quería reir, de manos rebeldes a manos extranjeras, era un juego perverso de Thassa y Cassia poniendo a prueba a sus hijas. Miro el río ¿Cuánto podría aguantar nadando hasta el puerto mas cercano a Tamaran? Si es que llegaba tendría que explicar que paso con la prodigio y la general. El Imperio tenía sus manos y oídos en cada rincón del continente. No tenia deseos de ser buscada otra vez por su hermana menor, era un pensamiento que prefería enterrar en lo profundo de su mente. Ayudo a la general que veia con temor. 

Cargaron a Callista turnando hasta que sus anfitriones les dieron una mula, ataron a la prodigio a la montura y ellas al cuerpo de la chica. Los nudos eran pequeños y intrincados si tratabas de zafarte se apretaban a la carne. Fedra sudaba del esfuerzo, tenía un rictus de amargura que se profundizaba a medida que se adentraban al territorio. La vegetación es selvática, de colores vivaces como un cuadro de muchos colores. Sin embargo, solo se oian los pasos de la mula y las prisioneras. Hipolita la inquietaba ese silencio sobrenatural, extrañaba el sonido del oleaje chocando con el barco o el correr del río sobre el lecho de piedra. 

Llegaron a un pueblo de casas bajas de color ocre, con techos cubiertos de musgo. Las puertas y ventanas estaba cerradas, al igual que el bosque que lo rodeaba estaba en un silencio sepulcral. Un pueblo lleno de sombras murmuro Fedra con los ojos inyectados en sangre. La capitana vio el antebrazo con costra negra de la general, no moriría por el veneno pero sería una agonía larga su recuperación. Llegaron un edificio decorado con un estandarte negro y estrella roja, alli salio un sequito de hombres con pañuelos en la mitad del rostro y otro con un sombrero de ala ancha, tenia los dientes amarillos y una expresion de superacion en el rostro.

El oficial de máscara blanca se le acercó pero el hombre lo detuvo con un chillido, la diferencias de estaturas casi hizo reír a la capitana. Podía captar algunas palabras en berokes, Imperio, fuego y obediencia. Miro a Callista y Fedra ninguna de las dos podía ayudarla, dependia de ella salvar los huesos de todas. Los portadores de las mascaras las llevaron al interior del edificio mientras el hombre de dientes amarillos gritaba y gesticulaba con ardor. El interior es un laberinto de madera oscura y paredes sucias. El olor a humedad y resina quemada atontaba los sentidos, Hipolita tomó una bocanada de ese aire viciado. En su cansancio ese olor es familiar. Las dejaron en una habitación sin ventanas, sin muebles y con una pila de gruesas mantas. Al mismo tiempo entraron dos mujeres vestidas de verde claro que atendieron las heridas de Callista y Fedra. Los ojos oscuros de las mujeres transmitían enojo. La capitana sabia que Thai-Shum tenía en común con la Republica rebelde, el desconfiar de los extranjeros. 

Dos enmascarados se la llevaron hasta otra habitación, esta parecía una oficina improvisada, la ventana estaba abierta podía ver el patio interior de la casa, un lugar seco y desolado, solo estaba verde un árbol robusto que tenia hojas color bordo. Lupanar es su nombre y todo lo que daba ese arbusto es alucinógeno en medidas controladas, en exceso es un veneno letal. Un recuerdo la hizo mojarse los labios como si sintiera el sabor amargo de la raíz del árbol en su boca. 




_Tanto tiempo sin vernos, Tali_Esa voz burlona la conocia, es la misma que le contó del veneno de Lupanar. Dueño del olor a resina herbal quemada_Donde esta tu tripulación? Y tu barco?_Pregunto con dureza. Frente a ella estaba su ex prometido, Kamoho. En ese momento, la capitana Hipolita de Chian sintió verdadero terror. 


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