Miro mis bosques de granito y cemento, que desolado es sin
tu sombra. ¿Por qué el silencio fue más seguro que los gritos?
Agotados los días de tiernos soles, amor de alimañas. Te
aburriste y yo no quise ser tu arlequín. Buscaste otras muñecas, deformes y
perdidas. Todas simples copias de lo que yo era, pero una superaba esta hija
del Oeste. Es la ninfa de fuego que buscabas, el conjunto de virtudes que yo
simulaba.
¿Podrás pagar su precio? ¿Podre aceptar que ya no soy la
adorada?
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