Continuacion de Ofrenda de sangre
La única luna que se podía ver era Nut de resplandor amarillento. Su tenue luz cubría el campamento del ejército invasor. El general de las tropas a pie estaba empecinado de tomar la ciudad antes que el almirante Urke atraque en el puerto. Quería tomar todo lo que pudiera para él y su tropa, su rey le había prometido tierras, todo el que pudiera arrebatar al Imperio.
Una explosión seguida por cinco más destruyeron la puerta Sur cerca del puerto. Un grito de alegría se extendió por la tropa que avanzó como una manada de perros salvajes. El fuego se propagó por el puerto consumiendo todo a su paso solo los gritos de guerra mezclados con el oleaje de la marea podían oírse.
El puerto colapsó por el calor de las llamas, las naves que pensaban atracar para asistir en la toma de la ciudad se aventuraron a las torres del muro mientras que la nave insignia esperaba que el fuego se aplacara. Las torres crujian, algunos marinos juraban escuchar garras golpeando la piedra.
Las calles vacías entusiasmaron a los invasores que destruyeron y tomaron todo lo que estaba a su paso. Sin percibir un silbido que les acompañaba en las calles. El viento de la bahía imperial. Las hogueras de las casas abandonadas que se exigían a su paso. Así como las grietas en ellas que se ensanchaban centimetro a centimetro de las cuales se filtraba agua. Parecían flechas que guiaban hacia el centro de la ciudad donde se encontraba el palacio de gobierno. Los soldados sentian que caminaban en una ciudad fantasma.
Entre la ceniza, el fuego y los restos del madera carbonizada, Urke sentía descontento; una victoria que se veia como una derrota. Su padre no estaria contento. El perfume salitre del muro se confundida con el olor de la sangre que traían los soldados. ¿Que demencia se apoderó del gobernante de la ciudad para destruir por completo uno de los puertos más ricos del Imperio? Urke temía que las tropas de su cuñado tomarán todo para ellos.
El patriarca empezó a gritar que debían rezar y pedir a las damas de las nieves por su bendición antes de entrar a la ciudad. El primer oficial protestó a los gritos. Las misas de las nieves demoraban dos horas y no disponían de ese tiempo. Mientras la orda avanzaba se encontraban con casas inundadas. Los capitanes suponían que el daño recibido fue fatal para la ciudad y la niebla lo oculto. El palacio de gobierno de roca onix solo podía verse una luz roja que se filtraba por las ventanas.
Dos explosiones más derrumbaron la puerta Norte y sus torres aledañas. Urke solo pudo ver el fuego alzando como una ola roja y ardiente. El sonido del oleaje aumento como una tormenta que comenzaba a formarse pero el cielo se encuentra despejado. Ahí pudieron contemplar como las torres que sostienen el muro que daba a la costa se derrumbaban hundiendo seis barcos que se encontraban cerca del muro.
El general seguido por sus soldados irrumpieron en el palacio oscuro, la entrada tenía unas escalinatas de piedra que bajan a un anfiteatro. El agua les llegaba a los tobillos, los soldados se miraron entre si. El gran salón tenía una hoguera que iluminaba el trono donde se encontraba, una mujer de vestidos largos y húmedos.
El estruendo de las explosiones hizo que los invasores empezaran a dudar, de volver a la entrada de la ciudad y esperar al resto del ejército. El general les reprendió haciendo burla, avanzando hacia la mujer que agonizaba. El agua ahora les llegaba a las rodillas aunque subieran más escalones. Tal vez el daño al palacio fue demoledor y eso rompió sus cimientos se aventuró a suponer uno de los capitanes. Unos gritos desde afuera del palacio alertó a los soldados que estaban dentro. El agua tenia olor metálico y salino. Era oscura, la luz que reflejaba era de la hoguera que poco a poco se apagaba como la respiración de la mujer de ropas mojadas.
El general avanzo hacia la mujer, de melena y ojos negros que lo miraban con resentimiento. Por sus ropas finas y brazos cortados supuso que habia sido una noble o sacerdotisa. Sintió cierta pena como una comida echada a perder. En unos segundos la joven comenzó a convulsionar escupiendo sangre oscura, aferrada al trono.
El agua negra seguía subiendo ahora les llegaba a la cintura, los soldados empezaron a tratar de salir del salón pero la puerta se encontraba trabada por la presión del agua debian buscar una salida en el interior del palacio.
El general sacó el cuerpo de la joven del trono, este cayó en el agua oscura donde se hundió rápidamente. Uno de los mercenarios trató de tomar al cadáver, bromeando que el vestido le había gustado para su novia en las estepas. Sentado en el trono, ánimo a sus soldados a pescar al cadáver para festejar la toma de la segunda ciudad. Sin embargo, se dio cuenta que solo quedaban cuatro de los veinte guerreros. Tan rápido habían encontrado la salida? El agua ahora llegaba al trono y la hoguera se extingue dejándolos solo con la luz ámbar de la luna.
Un capitán grito que atrapo algo cuando lo alzó era grueso como un brazo de color granante, esa cuerda cobro vida y lo hundio. Lo mismo paso con el resto de los soldados que el agua con olor a sal se los llevaba. El general con la espada empezó a dar golpes al agua tratando de espantar lo que se habia llevado a sus hombres. Ahora podía escuchar los gritos de afuera y el sonido de piedra cayendo a su alrededor. En la oscuridad vio una figura oscura saliendo del agua, podia distinguir la silueta de una mujer y miles de tentáculos que se movían a todas direcciones. El general se quedo viendo aquella criatura hasta que los tentaculos carmin tomaron su cuerpo y lo retorció como un trapo. La sangre escurría por el trono hundido, el agua del mar ocupaba cada espacio del salon. Solo oírse la roca quebrarse, las torres caídas y las cuevas submarinas derrumbadas.
En las cenizas todavía calientes del puerto, el almirante Urke ponía sus pies en la tierra para contemplar como media ciudad de Snjezana se hundia en el mar. Suponia que el hechizo vinculante con su gobernante concluyo con la muerte de este a manos de algun soldado del incompetente general que encabezo el ataque.
Dio órdenes de entrar a la ciudad en grupos pequeños para evaluar el daño y rescatar a los soldados de los escombros._Estamos perdiendo tiempo esta ciudad esta maldita_Dijo el patriarca con dureza.
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