8 oct 2025

Las manos del segador

 


Continuación de La mano que sostiene la corona II

En el banquete de compromiso se sentía incómodo un festejo en las vísperas de la guerra. Pero el vino aflojaba los rostros de los nobles y les daba la excusa perfecta para los excesos. El palacio topacio brillaba al sol del mediodia, los estandares amarillos de festejo ondeban ante el viento estival un presagio de un matrimonio feliz. 

El príncipe Zulficar se sentó junto a su futura esposa que se mantenía firme a su lado, alerta mirándolo de reojo como un animal salvaje. El niño se encontraba con su nana lejos del banquete, lejos de los ojos de la madre imperial. No culpaba a la viuda, las mujeres perdían más que sus esposos en las rebeliones. Pero tampoco parecía que tuviera mucha opción ya que su futuro suegro dispuso ambos enlaces. 

De la boca de la viuda no salió ningún sonido, ni una queja o alabanza. Solo una mirada de llorosa resignación, una muñeca a disposición de su familia. De manos delicadas  y cuerpo pequeño. Lo opuesto a las mujeres de la dinastía, a una en particular. Podía besar a esa mujer de rostro perfecto y cabellos de sol pero sus ojos solo podían buscar ese pelo azabache y el perfume a jazmín salvaje. En las noches, el recuerdo de la vera del río de piedra se confundida con la noche sin luna. El sabor a cereza se iba perdiendo de su boca, tal vez era para mejor. El tiempo diluye los recuerdos aunque la sombra de la luna púrpura seguía en él. Atormentando su mente y sus sentidos. Sus hermanos se habían entregado a quimeras románticas conduciendolos al desastre. Zulficar debía enterrar sus anhelos por el bien de la dinastía. 

_Entiendo las presiones familiares para aceptar este acuerdo Lady Adrestia_Dijo el príncipe tratando de evaluar el carácter de su futura esposa._Quiero saber si tiene algún pedido que hacerme_ Se sentía estupido preguntando algo así. Sin embargo, queria entender si la viuda seria un peón útil o una amenaza la cual tendría que tener bajo su control. 

La viuda mantenía su mirada en la discusión entre la madre imperial y su progenitor, su rictus tirante y sus manos aferradas a su falda parecía querer huir de su futuro esposo y señor._Mi hijo_Contesto con vacilacion._Joahann es su pariente, es su sobrino por parte de padre._Lo miraba directamente a la cara, sus ojos brillaban de manera acuosa, una madre rogando por la vida de su retoño_Es un miembro de la dinastia_ Afirmo como si Zulficar no entendiera las conexiones de sangre y familia.

_Creo que tienen que pasar varios años para poder heredar una ciudad-estado_Contesto el príncipe con dureza. Podía darle una esperanza, si eso era lo que buscaba. Adrestia le recordaba a las mujeres del harem de Silas, no le atraía esa ambición disfrazada de preocupación maternal._Pero no escuche ningún pedido de su parte mi señora_ Insistio. Si realmente la noble solo era una madre llorosa a la merced del mercenario de su padre, su matrimonio seria uno corto y amargo. La noble fugazmente hizo una mueca de hastio, que reemplazo a la actitud temerosa que habia mantenido en la presencia de la madre imperial. 

_No hay nada que pueda darme príncipe Zulficar, la unión con su persona es la recompensa que toda mujer en el Imperio desea_La voz monocorde de la viuda le recordaba lo que hacia alli._Solo pido que me conceda su favor para engendrar miembros para la dinastía _

Zulficar se preguntaba si este era su castigo por no ser el emperador que sus padres habían esperado como el primogénito de su unión. Si esa es tu respuesta sincera cosa que no lo era por la obvia mirada de desdén que Adriesta tenía en ese momento _Le daré ese favor para producir un miembro de la dinastía. Pero si pasa un invierno y una primavera sin concebir a mi primogénito. Este matrimonio terminará asi como la alianza. Va a ser libre para tomar la fortaleza que elija. Sin embargo, su hijo irá al palacio esmeralda para convertirse en un miembro de la dinastía que usted dice que es_ La noble pestaño con un rictus de frustración que solo duró unos segundos. Volvió a su expresion sumisa y esquiva. 

_Lo que mi futuro esposo crea conveniente_ Respondio buscando a su dama de compania, se levanto pero la mirada hostil de Ferir de Volta, la encontró. Se volvió a sentar lentamente con temor.

La audiencia continuaba a su lado mientras su madre discutía con su suegro por el dote de su futura esposa. Segundas nupcias, con un niño varón de un traidor. Que movimiento torpe madre. Penso el príncipe con disgusto, La rosa dorada no hubiera vacilado en convertir la ciudad en una pila de cenizas con tal de someterla. Como lo habia echo Katerina. En ese momento, la dinastía era fuerte, el Imperio lo era. O eso le repetían todos. puede ser que el dolor que sentía sea su orgullo pero no, era su corazón que le reclamaba una mujer, una voz. Le quemaba el estómago pensar que ella estaba agonizando en el fuego por la dinastía. Los gritos de su madre llegaron al salón del trono cuando llegaron las noticias. Dudaba que la emperatriz castigará severamente a la marquesa pero todo era posible. Su hermana se parecía a Silas en cuanto a sus manos y sus corazones. 

Su futuro suegro ocupó su derecha, por su expresión de cansancio, la negociación con su madre fue árida. Mientras que su madre llamó a su futura esposa, la mujer hizo una expresión entre terror y resignación. Zulficar meditaba en las respuestas de la viuda, decidió que solo seria un peon descartable si fallaba en darle un heredero. Y el niño, como conocía a su madre, no vería el deshielo de las montañas. 



4 ago 2025

La luz crepuscular



Continuación de Las cadenas son la salvacion III

Como el día después de un temporal, Belial se recuperaba lentamente de la noche de las llamas vengadoras. Pero las almenas y la roca de la fortaleza continuaba caliente recordatorio de que esa noche caótica. La compañía escarlata se hizo del control militar de la ciudad. La marquesa, de la fortaleza y lo que quedaba de la corte de fuego. La confusión se aplacó en unos días y al finalizar el ciclo los ciudadanos continuaron con sus vidas. 

A la primera luz del día la marquesa colapsó por las heridas y el veneno que todavía corría por su cuerpo. La sacerdotisa Moira se ocupó del cuerpo moribundo de la noble que impartía órdenes desde el lecho en sus momentos de lucidez. El capitán de la guardia escarlata puso guardianes en la puerta de la habitacion de la prima imperial. 

La sacerdotisa Arcyla ocupó el puesto del mayordomo de palacio, manejando la fortaleza con eficacia como una nativa de las tierras ardientes. 

Una sanadora del fuego y su asistente curaron a los nobles heridos de la hoguera infernal. Pudieron curar las quemaduras de la marquesa, supervisadas por Moira que temía que las mujeres tomaran la vida de la noble en venganza pero el miedo que inspiró la represalia de la dinastía cubría todo como una sombra. El final del león de Loth estaba presente en sus memorias. Así como la noche que el fuego devoró al amante imperial.  



Moira se mantenía ocupada con las comandas imperiales y el veneno desconocido que la mantenia distraída de las luchas de poder de la corte. Al parecer no había laboratorios sofisticados en la fortaleza, ni en la ciudad lo cual llevó a la sacerdotisa a conclusiones poco alentadoras. 

La carta con el sello imperial llegó a las manos de la sacerdotisa Moira, cuando trataba que la nodriza de Luca de gritar que amamantaba a un monstruo. El bebe del fallecido conde Alastair come y juega con el brío de un cachorro de tigre. Para desgracia o suerte de la marquesa este la buscaba constantemente y solo dormía cuando estaba en sus brazos.

En una de las salas de gobierno se encontraba una mesa que presidía la marquesa, el capitán de la guardia y Arcyla. Los nobles que quedaban se dedicaban a acercar sus peticiones al gobernante temporal. Moira se acercó al escritorio de la marquesa que discutía con el capitán. Ambos estaban impacientes por marchar a las tierras del desierto. Sin embargo, la situación de Belial llevaría varios ciclos en ser normal. ¿Qué miembro de la dinastía iba a gobernar tal ciudad-estado? Es la pregunta que muchos temían. El padre del conde de Belial estaba exiliado en Tamaran. Su reclamo terminará con su cabeza en los muros de la capital junto a los huesos de los traidores al Imperio. 

La madre imperial estaba asegurando la posición de su hijo mayor en Loth, con un matrimonio a la vieja costumbre. La noticia había llegado hacía un ciclo y el rostro de la noble pasó de la decepción a la resignación. Otro candidato sería Romulo primo de la emperatriz y hermano menor de la marquesa. El artista de las cuerdas de la familia imperial, lo último que sabían es que estaba en la corte de Tai-Shum estudiando las artes de ese país. 

Como supuso Katerina tendría que arreglar el caos provocado por la noche de fuego que borró a la mitad de la corte de fuego, el consejo de las flores se mostraba molesto en sus cartas. Su líder, la madre imperial envió dos misivas donde instaban un castigo a la marquesa por no cumplir con orden de la emperatriz. La respuesta imperial estaba en la manos de Moira, que esperaba pacientemente que la noble.



El infante paso de las manos de la nodriza desbordada a las del capitán que sostenía al niño con una seguridad que impresionó a la mujer. El militar explicó que su esposa falleció en el parto y tuvo que aprender cuidar de un neonato. La nodriza apuntó que la familia de la fallecida debía hacer eso. La expresión del capitán fue oscura y le devolvió el niño dormido. 

La marquesa ordenó que dos guardias acompañaran a la nodriza hasta su cuarto, donde pasaba la mayoría del día y casi todas sus noches. Katerina acostumbrada a la soledad, sentía una cadena de emociones desconocidas, pasaba la mayor parte de sus noches con un bebe, dos sacerdotisas y una nana. Además de dos guardias apostados en su puerta. Pasó su mirada de la puerta a las manos de la sacerdotisa Moira, el sello imperial y el gesto nervioso de los presentes. Toda acción tiene sus consecuencias, cuánto valía la vida de un amante despechado? Se pregunta la noble. Hizo un gesto lánguido con la mano y Moira rompió el sello limpiamente, al desplegarlo dudo en leer en voz alta o entregárselo a la marquesa. Esta despidió a todos y le sacó la carta de las manos. 



_Todos afuera_Ordeno con la voz dura. Todos inclinaron su cabeza, saliendo uno por uno de la habitación. El heredero de Belial dormía en su cuna quemada mientras su nana salió disparada del lugar. 

Las palabras de la emperatriz eran expeditivas, un latigo verbal sin política o sutilezas. Supone que las sacerdotisas que la asistían debían estar profundamente consternadas. 

La palabra arrepentimiento se repite demasiadas veces para su gusto, así como responsabilidad. Katerina sonrió amargamente, que otro camino llevaba al éxito? Dejar que te devoren como presa o consumir al enemigo con sus propias armas. Se acercó a la ventana de la habitación, admirando la vista de la fortaleza y la ciudad. 

Es una inquietud del vacío, que ya nada queda por quemar. El sol en su cenit creaba sombras naranjas sobre los pasillos quemados de la fortaleza. La marquesa se preguntaba cuanto tardaría en reconstruir lo que el fuego y la corrupción habían desecho. Después de tantos ciclos de diferentes lechos, de paja y seda. Perfume y agua de río. No se imaginaba en un solo lugar, su mente cabalgaba a nuevas muertes o besos de Cassia a su sombra hasta que su suerte diga ya no más. Le parecía impío imaginar otro final para sí misma. El olor a especias llegó a su nariz, adivinaba que la cocina servirá guiso de cerdo con legumbres a los sirvientes. Los nobles almorzarian carnero con vino de la capital y torta de nueces acarameladas. A ella solo le traían platos livianos, órdenes de las sacerdotisas por el envenenamiento. Su mirada recorrió el horizonte, la cadena montañosa que divide a Loth de la república libre y las almenas apostadas en el lado imperial del lecho del rio Orhat. El sol estaba alto, algo llamó su atención, un parpadeo de luz y luego otro y otro más alineados como una constelación impía. Estaba cansada, todavía purgando un veneno desconocido incluso por la necromacer de la emperatriz. Pero las luces estaban allí. Inquieta dobló la carta y la puso en la pila de comandas leidas, de nada servían los lamentos cuando solo quedaban cenizas. En un ciclo marcharian al desierto a coronar a una familia que no llevaba ni una sola gota de sangre imperial. Su madre en la corte de sombras de Cassia estaría gritando maldiciones a Elis y a su cuñada Ophelia por semejante blasfemia. 


26 jun 2025

Tributo de lágrimas


Continuacion de Ofrenda de sangre

La única luna que se podía ver era Nut de resplandor amarillento. Su tenue luz cubría el campamento del ejército invasor. El general de las tropas a pie estaba empecinado de tomar la ciudad antes que el almirante Urke atraque en el puerto. Quería tomar todo lo que pudiera para él y su tropa, su rey le había prometido tierras, todo el que pudiera arrebatar al Imperio. 

Una explosión seguida por cinco más destruyeron la puerta Sur cerca del puerto. Un grito de alegría se extendió por la tropa que avanzó como una manada de perros salvajes. El fuego se propagó por el puerto consumiendo todo a su paso solo los gritos de guerra mezclados con el oleaje de la marea podían oírse. 

El puerto colapsó por el calor de las llamas, las naves que pensaban atracar para asistir en la toma de la ciudad se aventuraron a las torres del muro mientras que la nave insignia esperaba que el fuego se aplacara. Las torres crujian, algunos marinos juraban escuchar garras golpeando la piedra. 

Las calles vacías entusiasmaron a los invasores que destruyeron y tomaron todo lo que estaba a su paso. Sin percibir un silbido que les acompañaba en las calles. El viento de la bahía imperial. Las hogueras de las casas abandonadas que se exigían a su paso. Así como las grietas en ellas que se ensanchaban centimetro a centimetro de las cuales se filtraba agua. Parecían flechas que  guiaban hacia el centro de la ciudad donde se encontraba el palacio de gobierno. Los soldados sentian que caminaban en una ciudad fantasma. 

Entre la ceniza, el fuego y los restos del madera carbonizada, Urke sentía descontento; una victoria que se veia como una derrota. Su padre no estaria contento. El perfume salitre del muro se confundida con el olor de la sangre que traían los soldados. ¿Que demencia se apoderó del gobernante de la ciudad para destruir por completo uno de los puertos más ricos del Imperio? Urke temía que las tropas de su cuñado tomarán todo para ellos.

El patriarca empezó a gritar que debían rezar y pedir a las damas de las nieves por su bendición antes de entrar a la ciudad. El primer oficial protestó a los gritos. Las misas de las nieves demoraban dos horas y no disponían de ese tiempo. Mientras la orda avanzaba se encontraban con casas inundadas. Los capitanes suponían que el daño recibido fue fatal para la ciudad y la niebla lo oculto. El palacio de gobierno de roca onix solo podía verse una luz roja que se filtraba por las ventanas. 

Dos explosiones más derrumbaron la puerta Norte y sus torres aledañas. Urke solo pudo ver el fuego alzando como una ola roja y ardiente. El sonido del oleaje aumento como una tormenta que comenzaba a formarse pero el cielo se encuentra despejado. Ahí pudieron contemplar como las torres que sostienen el muro que daba a la costa se derrumbaban hundiendo seis barcos que se encontraban cerca del muro.

El general seguido por sus soldados irrumpieron en el palacio oscuro, la entrada tenía unas escalinatas de piedra que bajan a un anfiteatro. El agua les llegaba a los tobillos, los soldados se miraron entre si. El gran salón tenía una hoguera que iluminaba el trono donde se encontraba, una mujer de vestidos largos y húmedos. 

El estruendo de las explosiones hizo que los invasores empezaran a dudar, de volver a la entrada de la ciudad y esperar al resto del ejército. El general les reprendió haciendo burla, avanzando hacia la mujer que agonizaba. El agua ahora les llegaba a las rodillas aunque subieran más escalones. Tal vez el daño al palacio fue demoledor y eso rompió sus cimientos se aventuró a suponer uno de los capitanes. Unos gritos desde afuera del palacio alertó a los soldados que estaban dentro. El agua tenia olor metálico y salino. Era oscura, la luz que reflejaba era de la hoguera que poco a poco se apagaba como la respiración de la mujer de ropas mojadas. 

El general avanzo hacia la mujer, de melena y ojos negros que lo miraban con resentimiento. Por sus ropas finas y brazos cortados supuso que habia sido una noble o sacerdotisa. Sintió cierta pena como una comida echada a perder. En unos segundos la joven comenzó a convulsionar escupiendo sangre oscura, aferrada al trono. 

El agua negra seguía subiendo ahora les llegaba a la cintura, los soldados empezaron a tratar de salir del salón pero la puerta se encontraba trabada por la presión del agua debian buscar una salida en el interior del palacio. 

El general sacó el cuerpo de la joven del trono, este cayó en el agua oscura donde se hundió rápidamente. Uno de los mercenarios trató de tomar al cadáver, bromeando que el vestido le había gustado para su novia en las estepas. Sentado en el trono, ánimo a sus soldados a pescar al cadáver para festejar la toma de la segunda ciudad. Sin embargo, se dio cuenta que solo quedaban cuatro de los veinte guerreros. Tan rápido habían encontrado la salida? El agua ahora llegaba al trono y la hoguera se extingue dejándolos solo con la luz ámbar de la luna. 

Un capitán grito que atrapo algo cuando lo alzó era grueso como un brazo de color granante, esa cuerda cobro vida y lo hundio. Lo mismo paso con el resto de los soldados que el agua con olor a sal se los llevaba. El general con la espada empezó a dar golpes al agua tratando de espantar lo que se habia llevado a sus hombres. Ahora podía escuchar los gritos de afuera y el sonido de piedra cayendo a su alrededor. En la oscuridad vio una figura oscura saliendo del agua, podia distinguir la silueta de una mujer y miles de tentáculos que se movían a todas direcciones. El general se quedo viendo aquella criatura hasta que los tentaculos carmin tomaron su cuerpo y lo retorció como un trapo. La sangre escurría por el trono hundido, el agua del mar ocupaba cada espacio del salon. Solo oírse la roca quebrarse, las torres caídas y las cuevas submarinas derrumbadas.

En las cenizas todavía calientes del puerto, el almirante Urke ponía sus pies en la tierra para contemplar como media ciudad de Snjezana se hundia en el mar. Suponia que el hechizo vinculante con su gobernante concluyo con la muerte de este a manos de algun soldado del incompetente general que encabezo el ataque. 

Dio órdenes de entrar a la ciudad en grupos pequeños para evaluar el daño y rescatar a los soldados de los escombros._Estamos perdiendo tiempo esta ciudad esta maldita_Dijo el patriarca con dureza.


1 jun 2025

Ofrenda de sangre



Continuación de Sacrificio de huesos

En la costa opuesta, el sargento Arian Domovoy mantiene su mirada en la nave insignia del enemigo que se aleja. La sacerdotisa que dirigió el ataque mágico tosía y su cuerpo temblaba del esfuerzo, solo quedaban una docena de seguidoras de Cassia. El resto se ocupó de evacuar la ciudad. Los refuerzos de la península no iban a llegar a tiempo para evitar la ciudad invadida. El uniforme del sargento estaba roto en varias partes, como la mayoría de los soldados que permanecen en la almena. Arian percibe el descontento y el miedo de quienes se quedaron a defender la ciudad. 

Los cadáveres de los enemigos que quedaban son arrastrados por los restos de la nave destruida con la marea que sube rápidamente. Las flechas de los soldados acabaron con los sobrevivientes. Ningún prisionero, ninguna piedad. Eran las órdenes de la armada carmesí en el preludio de su ataque. 

Los pocos soldados susurraban una plegaria a Thassa para que los protegiera. La sacerdotisa de Cassia, una mujer madura con el velo recogido como una lavandera, descansaba apoyada en una almena. Su rostro color ceniciento y sus labios agrietados son producto de los días de defensa de la ciudad. Las hermanas que quedaban preparaban una comida improvisada para ellas y los soldados. Agua y pan de queso blando.  Las dos seguidoras de la dama del mar mantenían la niebla plata con ahínco. Una de las sacerdotisas de Cassia les daban agua y alimento para que no flaqueará. 



_Por hoy no atacaran_Dijo la sacerdotisa que miraba con orgullo la niebla que cubría toda la costa. Se mantenía densa como una pared translúcida._Podremos dejar la ciudad a estos perros, o lo que quede de ella_ El sargento chasqueo la lengua con disgusto, como la mayoría de los soldados nacidos de Cyanea o de algún pueblo de la Bahía Meerih. No les hacía gracia dejar su territorio a manos del invasor. Uno tan menor como Mantor. 

_No creo que lleguemos, Madre Lorenzza_Susurro Arian con inquietud_Están avanzando en tierra. Los muros no van a aguantar._La sacerdotisa lo miro con angustia. 

_Reuna a sus hombres, los esperamos en la puerta Norte_Ordenó la sacerdotisa acomodando su velo desteñido. Otra sacerdotisa se acercó con una comanda por el sello se trataba de la capital. El sargento dio indicaciones que recorrieran las calles para preparar la ciudad para sus nuevos ocupantes. Deben asegurarse que tuvieran una estancia cómoda.

La sacerdotisa Lorenzza leyó rápidamente la comanda imperial, podía ver su mandíbula endurecerse y sus manos crispadas como garras de gavilán. Sospechaba que el Imperio pedía lo imposible al gobernante de la ciudad. 

Un alboroto en una de las puertas principales hizo que la sacerdotisa y el sargento se voltean a ver. Los soldados que quedaban habían atrapado un grupo de personas tratando de escabullirse por la puerta Sur. Habían robado las tumbas recientes y querían huir con el botín. Las mujeres son tan feas como los hombres. Olían a grasa rancia y las ropas que llevaban demasiado elegantes. Seguramente de los muertos saqueados. 

Una de las mujeres, de baja estatura y de piel como las aguas putrefactas de las alcantarillas tenía una expresión de satisfacción. El sargento ordenó desnudarla, está gritó como una cerda en celo. Como lo había sospechado tenía colgado en su horrendo cuello las llaves doradas de la ciudad. Así como múltiples collares de oro, plata y cobre con las incrustaciones de coral típicas de la ciudad. 

Lo que llevó a que despojaron públicamente a los diez ladrones de las ropas robadas encontrando todo tipo de tesoros del palacio de gobierno. La sacerdotisa concluyó que esas alimañas aprovecharon que la gobernante de la ciudad estaba defendiendo con magia junto con ellos la muralla. La baronesa Victoria Rivercraft perdió a toda su familia en el asedio, como representante de la dinastía se quedó en la ciudad hasta que los últimos ciudadanos estuvieran fuera de la ciudad. 




Victoria observó a los saqueadores con una expresión dura, podía reconocer los vestidos de su madre y hermanas. Los trajes y camisas de hermanos y primos. La bilis se acumulo en su boca. Una ira que le crispaba los dedos, haciendo que el agua se agitara con violencia. Una mujer gorda con cara de sapo sonreía sin pudor, igual que un hombre que parecía un barril de grasa y olía a putrefacción. Estaban disfrutando de esa atención, del dolor de la baronesa del agua. El sargento y la sacerdotisa de Cassia esperaban las órdenes de la gobernante. Arian conocía a la baronesa de su juventud. Confiaba en la noble que había podido aguantar hasta ahora pero, sus fuerzas estaban apunto de caer. Las ojeras daban un aspecto fantasmal, casi etéreo lo perturbaba. 

_ Cuantas torres nos quedan?_Pregunto Victoria mientras contaba a los ladrones. Una de las mujeres de cabello rubio, intentaba taparse el rostro. La baronesa la reconoció y su expresión cambió a tristeza. Por sus manos esa mujer fue sirvienta del palacio. 

_Diez mi señora_Contesto el sargento. Pocos quedaban para la defensa final. Hasta que la flota de Mantor atacará de una vez y para siempre. Según las órdenes de la capital tendrían que refugiarse en la próxima ciudad costera, Rusalka. La entrada al Imperio. Las puertas de plata. No disponían de tiempo como para seguir a las caravanas deben irse ahora y alguien debía sacrificarse para no perder a nadie más. 

La baronesa hablo a parte con la sacerdotisa  Lorenzza  que asintió gravemente._Alimenten a las torres con ellos. Que sirvan para algo_Sentencio con tranquilidad._Asi como estan, ya ensuciaron mi ciudad como para que sigan manchando las ropas de mi familia_ 

Desnudos los ladrones gritaron, rogaron pero fueron arrastrados a las torres que aguantaron los cañones de la fuerza naval de la nación oscura. La sacerdotisa de Cassia dio la orden que ubicaran cada uno de los condenados en una torre así podrían ejecutar el hechizo de manera conjunta con la gobernadora de la ciudad. 

Como la mayoría de las ciudades del Imperio, estas fueron construidas con magia del gremio de la cadena junto con el sacerdocio de Cassia. En el caso de la ciudad portuaria de Cyanea, su muro que rodea a la ciudad con sus torres de 80 metros de altura, tenían el hechizo vinculante con el gobernante de sangre imperial que podía disponer de ellos. Reforzarlos con magia o derribarlos de la misma manera. Cada torre tiene un ¨corazón¨ con conexiones parecidas a tentáculos que conectaban unos con otros. El palacio de gobierno estaba construido de la misma manera, conectado al mar por una serie de ríos subterráneos que desembocaban al mar. Responden a un solo amo. La gobernante que cuando tomaba el poder daba una gota de su sangre para vincularse con la ciudad. También podía disponer de cada vida en ella, para bien o para mal. La idea de abandonar Cynea horrorizaba a Victoria pero tenía un plan, las órdenes de la dinastía tendrán que esperar. Las torres podían alimentarse para fortalecerse, cada 50 años se daba una cabra a cada torre. Pero en tiempos de guerra se necesitaba un alimento más sustancioso. 

Los soldados a la orden del sargento arrojaron uno a uno a los delincuentes al pozo de cada torre, donde unos tentaculos de color negro los atrapaban, estos cambiaban de color a un rojo bermejo. Los gritos de los salteadores de tumbas se perdían en el oleaje salvaje de la marea alta. En tiempos pacíficos, las cabras eran sedadas para que no existiera la agonía.



Un diminuto canal se llenó de sangre uniéndose como una línea roja que recorría el muro, Victoria tocó la sangre con indiferencia, parecía insatisfecha con el castigo. Murmuró palabras arcanas al muro bajo la mirada atenta de la sacerdotisa de Cassia, su rostro era pura preocupación. La magia de los muros podía ser extenuante, la joven había luchado y resistido mucho tiempo. Si abandonaba la ciudad esa magia se volvía inestable pudiendo llevarse la vida de la baronesa del mar. Lorenzza le tendió la comanda con una mirada suplicante. Lo cual hizo que Victoria riera, tratando de consolar a su vieja aya devenida en sacerdotisa personal. Quería decirle que todo iría bien, que el Imperio no dejaría que un reino de montañeses apestosos avancen más allá de su bahía pero las palabras no salieron de su boca. 

Hizo un bollo de papel con la comanda imperial y la arrojó al mar. Sentía alivio y angustia en partes iguales. Observo la ciudad quieta como dormida, como un barco que ya no puede desplegar sus velas al mar. El palacio central, de color negro opuesto al blaco de la ciudad de Snjezana, una sombra que se alzaba por ensima de los templos y las casas abanondadas le rompió el corazón a la baronesa. No quería volver y ver las tumbas profanadas de su familia. 

En Snjezana había gobernado su hermano menor, Ivan de Lorcas conocido como el delfín resplandeciente. Una bala de cañón dejó al delfín sin cabeza en el primer ataque. Dejando a su ciudad a la merced de esos bárbaros. Ahora solo quedaban dos miembros de la ilustre familia Rivercraft, ella y su sobrino Dante de Hidra que se encontraba en Rusalka con los parientes de su madre.  Era irónico que la ciudad construida en un puente era la que permanecía sin tocar todavía. 

El sol se ocultaba en el horizonte, su luz difusa por la niebla parecía un paraje de ensueño como si nada eso fuera real. Los gritos de los ladrones y el sonido de la marea les presagiaba que su ciudad caería esa noche. El sargento y la sacerdotisa Lorenzza la miraban esperando órdenes. _Necesito que hagan algo mas antes de partir_Dijo Victoria con una semi sonrisa. Sus manos temblaban pero su rostro era una máscara de tranquilidad. 


Continua en Tributo de lágrimas


30 abr 2025

Sacrificio de huesos

 



Continuación de Fiesta de ceniza y sombras

Las banderas negras de la flota de Mantor ondean con el viento del Oeste, propagando el olor a peste y humo de la ciudad sitiada. Urke de Lamia, el almirante de los buques del reino oscuro, espera paciente en la cubierta de su barco la rendición de la ciudad. Después de la victoria en la ciudad portuaria de Cyanea, sus capitanes esperaban diezmar las defensas de Snjezana en menos de un ciclo. 

La tensión en la tripulación solo disipa con cada disparo de los cañones. Sin embargo, podían escuchar los cánticos de las sacerdotisas de Cassia alentando a los pocos soldados que quedaban en la muralla. Como sirenas invisibles que colmaban de estupor a los marinos invasores. Los capitanes esperaban un gesto del príncipe para avanzar a tomar de una vez por todas esa ciudad portuaria y seguir con el plan de su rey. 


El patriarca de las nieves se mantenía rezando para contrarrestar la canción de las hijas de Cassia, oculto en su camarote ya que el trance. Su abuela insistió que debía llevarlo con él, para su protección y para alejarlo de las tentaciones del Imperio. Pocos tenían Fe en ese hombre que parecía un borracho pestilente a un hombre santo. Los marinos se persignaba besando el signo del Dios Lothar.

Las almenas derruidas por los ataques en 15 días de asedio parecía hacer mella en los habitantes de la ciudadela Snjezana. El hambre ya recorría sus calles y pronto le daría paso a la peste. El bloqueo a la Bahía Meerih comenzó con la ayuda de los corsos de la Isla  Veremyn pero, fueron sancionados por el consejo de Veremyn lo que conllevo su abandono a la flota oscura. La plata y el oro actual es más pesado que el prometido por el joven principe. El rey Jensen había predicho que no debían confiar en los isleños, hijos de una diosa caprichosa. 

Ya habían tomado la fortaleza de Cyanea sin bajas. Snjezana sería la siguiente pero las almenas fortificadas eran un problema que no esperaba el orgulloso principe. Las pocas sacerdotisas que quedaban se encontraban codo a codo con los soldados. El primer oficial le advirtió a Urke que las brujas se podían sobornar. Sin embargo, la presencia del Patriarca de las nieves era un problema en tal maniobra. Debían esperar la llegada de un maestro de la cadena de la república rebelde, para combatir de manera pareja aquella magia arcana. 

La bandera verde con la estrella plata ondeaba en la ciudadela como una invitación a la guerra abierta, uno de los barcos avanzó, La Dama Ceniza una de las naves que estaba dañada pero su tripulación gritaba con fervor. Urke no los detendría su estrategia contemplaba bajas en sus filas pero no queria excederse. No deseaba pedirle a su padre más barcos y hombres que no tenían. Cada movimiento estaba pensado, no podían darse el lujo de derrochar recursos. Cuanto antes mejor, antes que llegara el martillo inexorable del ejército carmesí que se reunía en la capital imperial. Según los estrategas de su padre, serían dos ciclos en reunir las tropas y dos ciclos más en llegar a desmantelar el bloqueo a la Bahía para ese entonces ya la flota de Mantor estaría en el corazón del imperio. Para ese momento ya contarán con las tropas de la República libre, la flota de Thai-Shum y la caballería del Principado de Abbadon. Pero para que las tres fuerzas se unieran contra el imperio Mantor tendría que controlar toda la Bahía Meerih y parte de la tierra pantanosa de la capital imperial. Una campaña que podría fracasar antes de empezar. Todo se sostenia con la promesa de una victoria que su padre habia puesto en sus hombros. 



Urke tenía esperanzas aunque todavía podía escuchar la molesta voz de su medio hermano, dando predicciones fatalistas. Relacionadas con la guardia Obsidiana y su sombra posandose en ellos. Haciendo que los capitanes y generales se dividan en el ataque. La flota negra y los puestos de avanzada en el este.  La rapidez es su mejor carta, así como la confusión y caos reinante en las ciudades estado que la maldita dinastía diezmo por su capricho. 

La Dama Ceniza se hizo pedazos sobre la almena occidental ya destruida, los pocos sobrevivientes fueron abatidos por las flechas de los soldados que quedaban, Dos sacerdotisas de velo verde se movieron a extremos de la muralla, en segundos una niebla plata cubría la costa y avanzaba a los barcos que se mantenían a una distancia prudencial. De la niebla se escuchaban susurros y gritos, El principe ordenó retroceder hasta la costa vecina de Cyanea. Los marinos miraban con aprehensión a la costa, la brujería de las hijas de Cassia ataba los corazones con miedo e impotencia. Mientras el primer oficial gritaba las ordenes de replegarse a las demas naves. 

El patriarca salió del camarote olía a madera y sudor, sus ojos oscuros se posaron en la niebla mágica que persistía._Capitán, tenemos que avanzar estamos a un paso de la victoria_Dijo de manera imperiosa. Mientras el resto de la flota se dirige al puerto conquistado. Los ojos oscuros del patriarca se posaron en el joven capitán que lo evitaba, con las manos crispadas de enojo volvió al camarote. Exclamando insultos en Cifane antiguo. Vio que sus palabras no llegaban al segundo príncipe trató de convencer al primer oficial que solo le dirigió una mirada molesta. 

Urke se dirigió a su cabina, austera como su nación. En el escritorio se acomulaban las cartas, comandas, mapas y libros con coordenadas de navegación. El patriarca y su primer oficial lo seguían, como perros guardianes o centinelas de su padre. En que penso Jensen cuando lo eligió en vez de su hermano? se preguntaba. Si era la oportunidad de demostrarle a su rey quien podía ser y eso sería una maldición disfrazada de bendición si tenía éxito. 

_Tuve una visión! Tenemos que avanzar ahora!_Vocifero el patriarca, sus manos temblaban pero su voz sonaba como un trueno_La araña encuentra al sapo_ Urke miro al primer oficial con confusión y exasperación. Los patriarcas siempre hablan en metáforas que solo los devotos viejos parecen entender. Queria a su abuela pero le dolía tener que cargar con las tradiciones de su pueblo. Recordó las palabras envenenadas del heredero de la corona dijo sobre su abuela y la gente que seguía los patriarcas de la nieve.

_Oficial Melcor, releve que barcos estan en condiciones para continuar con el ataque. En unas horas la niebla debería disiparse. No aguantaran tanto_Ordeno Urke. Estaba seguro que un segundo ataque con el apoyo del viento sur podrian terminar con esa absurda resistencia._Tambien la reunion vespertina espero los avances de las tropas terrestres en  Cyanea_ El primer oficial asintio en silencio mientras el patriarca saco una bolsa de cuero negro con un olor metalico que ocupo todo el camarote. Este saco de la bolsa, piedras de color blanco con vetas negras y azules. 

Incomodos ambos marinos veían como el santo varón arrojo las piedras en el escritorio, estas rodaron por la superficie. Dos de ellas, una de forma cuadrada con tres vetas negras cayó en un mapa de la bahia, en la ciudad de Turan, la proxima a conquistar. El patriarca chasqueó la lengua con disgusto. La segunda piedra, con vetas negras y blancas estaba posada en el medio del mar. _Que estupidez _ Murmuró el hombre con enojo.

Urke contuvo la carcajada que su primer oficial no pudo. El patriarca los miró con evidente vergüenza y luego enojo_ Los antepasados solo pueden decir lo que Lothar les permite_ Declaró con tono agrio._El consejo de sus antepasados es seguir por su destino, seguir para encontar el amor que calentara su corazón y sus manos._ Aquellas palabras eran comunes como todas las predicciones, El amor? queria responder Urke. No tenia tiempo para las palabras que nada hacian. Despidio al oficial mientras el patriarca guardaba con impaciencia las piedras.

_ Patriarca Olaf, le agradezco su mensaje. Pero ahora tengo que ocuparme de mandarle un mensaje corpóreo a mi padre, su rey_Contesto el principe con desden. El anciano se marcho murmurando que ese cálido lugar había afectado a sus instrumentos y oraciones.

Continua en Ofrenda de sangre

13 ene 2025

El sonido del mar prohibido II

 



Continuación de El sonido del mar prohibido

La mujer de rojo sacó el gato de su falda con un gesto elegante, en ese momento unas sirvientas aparecieron con una tetera plata con 4 tazas. La voluta de vapor bailaba en el pico. El perfume a té especiado llena el ambiente como una invitación a relajarse. Pero ni la capitana que se mantenía cerca de su ex prometido, la prodigio que temblaba de manera incontrolable o la propia Fedra que sentía que había caído en una prisión, podían hacerlo. 

Ante la quietud de las prisioneras, la mujer dio una mirada significativa detrás de ellas y varias manos las obligaron a sentarse en los almohadones en frente de ella como suplicantes ante una deidad cruel. 

La capitana miraba a un punto fijo en las puertas corredizas de madera oscura, su semblante de resignacion era parecido a cuando las llevaban al corazon de la capital fantasma o eso suponia Fedra que su mente trataba de hilar un plan de escape. 

Kamoho sirvió el té con rapidez y les dio una taza. Hipolita tomó de un trago el contenido e hizo un gesto de repulsión. La prodigio tomó de los sorbos con un gesto mecánico. Fedra por su parte miró el líquido rojizo y podía ver en el fondo de la taza una flor de hibiscus. Conocia varios venenos y con la experiencia vivida en estos ultimos ciclos, la curación en la ribera le parecia tonto esperar veneno mortal en esa situación asi que tomó con decicion. 

Amargo profundamente amargo con un fondo de sabor terroso casi le parecía sentir que había tomado barro perfumado. La mujer de rojo tenía su mirada en Carmilla que seguía con el dedo el patrón de la alfombra. _ Capitán puede llevarse a su parienta_Ordenó con tono severo. Hipolita se levantó con dificultad con sus manos libres siguió al capitán Kamoho que encaraba a la puerta detrás de ellos. En ningún momento miró a sus compañeras de viaje, como si todo eso fuera un trámite molesto a terminar. Al parecer si se podía obtener un barco en la ciudad del oro y las sombras. 

Fedra sintió una desazón particular, no culpaba a la capitana de escapar, soltarse de un compromiso que había terminado hace muchos ciclos. Pero todo lo compartido, el río que las llevó a costas peligrosas y las vivencias en la capital fantasma. No valen tanto y eso estaba bien. Suponía. Suspiro de manera inconsciente ahora solo importaba volver a la capital imperial con la prodigio. Sintió la boca pastosa como si hubiera tragado limo de los pantanos Vere-Vere. En el fondo de la taza de la prodigio había una margarita. Las rodillas le ardían como si estuviera sentada en una loza ardiente. 

Su cuerpo se sentia el dia despues de un entrenamiento extenuante, su estomago pesado y ardiente. Colapsara en cualquier momento, ni siquiera con su preparacion esperaba este efecto en ella. ¿Qué clase de toxina era? Su mente trataba de convocar su conocimiento adquirido por años de harem. 

La mujer de rojo tenía una expresión de extrañeza, el rictus de su boca perfectamente pintada de carmín, se torció afeando sus delicadas facciones. Aunque le recordaba a cuando la prodigio comía algo que no le gustaba. Trataba de ordenar sus pensamientos con el lazo familiar de Carmilla con esa mujer y la información que tenia de la familia de la Madre de las Lágrimas. Mucho se perdió en la guerra civil. 

La comandante tenía las pupilas dilatadas y sus manos fallaban en tratar de sostenerse. Trataba de hablar de su boca solo salían sonidos inentendibles similar al trino de un pájaro o el gorjeo de un bebe. Al caer por completo en el suelo, solo podía mantener los ojos abiertos ante la falta de voluntad de su cuerpo que caía ante el narcótico. Su mirada aterrada se clavó en Carmilla que se mantenía sentada erguida tanto como su espalda podía. Quería gritar pero su lengua se negaba a moverse temía que esa parálisis llegara a sus pulmones y su corazón. 

_Recordas hace cuantos años la familia se separó?_Dijo la mujer encendiendo su pipa con un yesquero con forma de conejo. Una artesania de color bronze que su fuego era de un color uniforme blanco. _Supongo que no recordas nada_Continuo. Hizo un gesto lánguido con la mano y dos guardias enmascarados se llevaron a Fedra por una puerta lateral, el rostro de la mujer estaba congelado en una expresión de sorpresa, solo sus ojos podía verse su desesperación. 

Sola con su tía Carmilla puso sus ojos en la pipa encendida. Podía percibir la hierba seca quemándose. Los vapores ardientes viajando de la cerámica a los labios carmín de esa mujer. El fuego en todas sus formas es como escuchar una melodía entonada por diferentes personas. Quería concentrarse en las palabras de su tia, en la posibilidad de que ya no tenía escapatoria a las obligaciones de su familia. Pero su mente no cooperaba, nunca lo hacia menos cuando sus dos guardianas se esfumaban ante sus ojos. 

Poco recordaba de su familia desde niña habia vivido en el templo de Cassia que lindaba con el palacio esmeralda. Todo que quería olvidar volvía a ella como un río salvaje que rompe una represa, con violencia e inexorable. La revolución, las órdenes y el fuego que todo lo consumía. Las espinas de la Rosa Dorada atrapando a todo aquel que no cumplía con la voluntad de la dinastía. Ya no veía a su tía, ante ella estaba la mujer que entregó a los miembros de su familia para hacer el nombre de la Madre de las lágrimas más grande y temible. Esa mujer iba a apresarla nuevamente, ponerla en una caja encadenada a una mesa de trabajo o forja para crear armas para el mejor postor. No, no… La mente de Carmilla se inundaba de pensamientos destructivos, futuros tan terribles como su pasado de servidumbre forzosa. Sus manos se movian freneticamente, no coordinaba y el fuego no respondia a su voluntad. 

La mujer de rojo sin inmutarse por la evidente crisis que sufría su sobrina, golpeó con los nudillos la mesa. Cuatro mujeres con máscaras mitad roja y blanca entraron al salón en silencio. Cuando la prodigio intentó atacarla tratando de dominar el fuego de la pipa, las cuatro enmascaradas ataron a la joven que convulsionaba ante la toxina que poseía el humo de la pipa. Inconsciente y atada Carmilla a los ojos de su tía era una decepción que debía  ocultar de los ojos de su gobernante. 

_Dama Pan Jinlian, la honorable madre Yohan requiere su presencia inmediata_ Anuncio una joven con una mascara blanca que tenia dibujadas dos lagrimas rojas en la mejilla izquierda. La mensajera ignoró al cuerpo de Carmilla. En el palacio blanco había visto muchas cosas y sabiendo la fama de la Dama escarlata prefería seguir su camino en paz.



4 dic 2024

El sonido del mar prohibido



Continuación de Una noche cualquiera en Thai-shum II

El puerto de oro y tinta, o el puerto de Toyomah es el puerto comercial principal de la nación de Thai-Shum. Su ciudad, del mismo nombre, es la ciudad  luces y las mil sombras. Nunca cesa su actividad, así como la capital imperial. El oro nunca deja de fluir en ella.

Todo marino, pirata o persona de mar perdió dinero, se enamoró de una de las dulces pero letales mujeres de tinta o perdió la vida en sus calles sinuosas. Las casas de juego son construcciones de madera teñida de rojo donde la salitre del puerto carcome todo a su paso. Así como el mar gana terreno, los edificios suman altura, nuevas ventanas en las casas del placer y escondites para todo tipo de negocios.

El viaje a la capital fue tortuoso para Hipolita. La comandante se recuperaba lentamente impidiendo atender a la prodigio que deliraba por la medicación y el veneno en partes iguales. Alimentarla era una lucha constante, cuando tenía que ir al baño era una odisea. Sospechaba que la demente habia tenido la idea de llevarlas hasta alli. Era enteramente culpa de ella, sabia muy poco de los límites de Thai-Shum. Había evitado con éxito ese lugar por muchos años. 

Cuando Fedra se recuperó del todo ya estaban en la entrada de Toyomah. Por las palabras de sus captores y sus rostros confundidos era una sorpresa todo lo referido a la guerra. Habían pasado más de dos generaciones sin conocer el poderío del ejército carmesí. El temor de la mano negra imperial se hizo realidad. La comandante se angustió ante ese panorama desolador. Aunque prefirió guardar sus preocupaciones, en ese momento su vida y la de sus acompañantes era la prioridad. 

La ciudad estaba dividida notoriamente en tres partes, el puerto con su zona comercial y los barrios pobres lindantes. La zona de las grandes casas de territorio, relacionados al Kaiser y el territorio del gobierno que rodea al castillo de Long Mu, donde viven los cientos de parientes de la casa gobernante. Ningún templo a Cassia se erguía en ese reino, según la ley de Ku no habría ninguna construcción dedicada a dios o diosa alguno. 

La capitana le comunicó que dependen de las relaciones diplomáticas que el Imperio y Thai-Shum habían mantenido por 500 años. Relaciones que La rosa dorada y la madre imperial mantuvieron con incomodidad con la sagrada madre Yohan. 

En el carromato cerrado podían vislumbrar los colores chillones que ocultaban la decadencia y el crimen. Para sí misma sentía alegría de poder conocer el continente después de una vida de encierro en el harem. Hipolita se comportaba taciturna y molesta. En pocas palabras la capitana explicó que quien dirige sus captores era alguien de su pasado. Alguien con un lugar en su corazón o que tuvo un lugar en su corazón. 



Carmilla miraba por las rendijas del carro e intentaba hacerle marcas a la madera grasosa pero su poder estaba anulado, por el cansancio y por los residuos del veneno. Verla frustrada le divertía pero temía un nuevo berrinche. Su rostro tenia un rictus de desagrado como si esta parte de ser capturadas fuera algo ajeno a sus planes. Tal vez un modo de escapar de las manos del imperio seria caer en otras. Según la madre imperial la famila de la madre de las lágrimas estaba obligada de por vida a servir a la dinastía pero nunca explico cual era el motivo. 

_Si tenemos suerte podemos disponer de un barco, para tu pago Hipolita_Dijo Fedra tratando de dar ánimos. La capitana hizo una expresión como si la comandante hubiera dicho que Cassia le hablaba todos los días. Las manos y los ojos de las sacerdotisas de Cassia estaban por todo Thai-Shum por el acceso a los puertos y los tratados comerciales.

_Nadie en su sano juicio vende un barco en Toyomah_Dijo en tono amargo. Hipolita solo atracó dos veces en ese puerto por el temor de encontrarse a su exprometido. La mirada azorada de Fedra la lleno de culpa_ Según lo que se, solo el sindicato Maying compra y vende barcos en el puerto. Es una ley que se mantiene desde la colisión de Thai-Shum o eso me dijeron_Aclaro. Su ex prometido hablaba de su tierra casi todo el tiempo y sus palabras estaban enterradas en su mente. 

_No van a dejarnos ir_Dijo la prodigio con la voz ronca, su mirada estaba afuera del carromato como si la madera solo fuera una pequeña molestia en su visión._No ahora_ 

El silencio de las tres se torno incomodo habia una verdad que no podían evitar, la declaración de la guerra era la eterna amenaza que nunca se cumplia y ahora era una realidad que tocaria todo el continente aunque no lo quieran. 

En el viaje, Chitorah había tomado el té en el carromato, la conversacion giraba en torno a la noticia de la guerra y la fastuosa fiesta de compromiso de ella con Kamoho. Pensó nuevamente en el puerto, las naves de mercenarios de las Islas se marcharian pronto para conseguir contratos con la armada carmesí. 

El olor a putrefacción se colaba por los tablones del carromato así como los diferentes dialectos que escuchaban. Parecida a la capital fantasma de la Republica de Zolbana.



Continuaron avanzando quedando en penumbras. El sol era tapado por los enormes edificios de dos o tres pisos de madera de roble de Kwan. La madera de ese arbol en particular es de color blanco como el marmol y fuerte como esa piedra. Las familias más ricas y poderosas de ese reino mantienen sus casas emblema en un blanco impoluto, Solo se distingue la bandera de insignia junto con la bandera insignia del Kaiser. La flor blanca en un fondo rojo sangre.

Fedra se debatía entre preguntar sobre la animosidad de la mujer del capitán y Hipolita o mantenerse al margen. La capitana aseguraba que era algo del pasado pero su expresión de culpabilidad decia otra cosa. Salieron dando tumbos del carromato por los uniformes desgastados de los guardias y sus miradas curiosas ese lugar debia ser una de las entradas secretas al palacio principal. Les taparon los ojos y las ataron una a la otra para que siguieran en fila a quien las guiaba. 

Con su entrenamiento dedujo que estaban en el ala de los invitados, el olor a madera quemada y la suavidad del piso era un lujo a lo que habia leído de los calabozos de esa ciudad. Siguieron caminando el sonido de cuencos y plumas rasgando papel le indico que estaban llegando a un lugar donde se impartía conocimiento o la administración del reino. 



Pararon en un lugar y les sacaron las vendas. Delante de ellas estaba una mujer de rojo con un gato blanco en su falda. Fumaba una pipa de plata labrada. Su belleza típica de las mujeres de Thai-shum perturbó a Fedra. La mirada de la mujer iba de ellas al capitán Kamoho que no la miraba directamente. Parecia tenerle un reverencial miedo aunque no lo expresara en voz alta. 

Fedra sintio el tironeo de sus ataduras que la saco del sopor de esos ojos negros, que estaban fijos a su izquierda. Carmilla estaba muda, pálida y tiraba de sus ataduras de manera nerviosa. Bajaba y subía la cabeza como si tratara de esconder su rostro de la mujer desconocida que sonreía. 

El capitán dijo un par de palabras en Varokes que la mujer asintió sin decir palabra. Hipolita simplemente hizo una mueca de resignación ante la mano del  capitán sobre sus manos tapando sus ataduras. 

La mujer de rojo seguía con su mirada el rostro y el cuerpo de Carmilla como si solo ella estubiera allí. A diferencia de su comportamiento en la República ahi parecia alguien que estaba a punto de ser ejecutado. _Hola Tia_Dijo tímidamente en un Verokes rudimentario. 

En ese momento la mujer sonrió con malicia_Hola sobrina_Contesto en el idioma del imperio. 


Continua en El sonido del mar prohibido II